El Despertar (Capítulo VIII). Las ideas y los conceptos

depredador

 Juan Pedro Calvo para El Diario de Canarias (Libro El despertar)

Hoy 11 de junio ha amanecido un día espléndido, parece ser que el tan  traído y llevado cambio climático nos da una tregua para que seamos conscientes de lo que estamos haciendo con nuestros recursos naturales, algo así como tratar de indicarnos  lo  que puede ser si retrocedemos en nuestras intenciones devoradoras de consumir la tierra, en interés y beneficio de unos cuantos, que cada día son más ricos empobreciendo a los demás.

Hemos caminado demasiado deprisa por un entramado medioambiental, donde hemos actuado como aves de rapiña, consumiendo todo lo que se ponía a nuestro alcance, sin apenas darnos cuenta que poco a poco se van agotando los escasos recursos de los que disponemos.Por otro lado  no le hemos echado imaginación a la vida para vender, consumir y exportar ideas que pudieran haber consolidado nuestro futuro y el nuestros hijos, y como consecuencia avanzar en la sociedad del bienestar.

Quizás por eso envidiamos a países como Inglaterra, un país del Atlántico Norte, que en vez consumir sus recursos, decidieron explotar como medio para conseguir grandes ingresos sus cualidades culturales e imaginativas. Por poner un ejemplo y tratando de conservar su medio ambiente y lejanos a la destrucción de sus recursos naturales, los ingleses fueron capaces de crear una de las mayores empresas mundiales de la historia en torno a un fenómeno musical, los Beatles. Supieron hacer de la cultura un medio de vida de un valor incalculable.

Nosotros, en nuestra tierra, sin ni siquiera ruborizarnos, nos hemos olvidado de nuestro patrimonio histórico y hemos recurrido para progresar, a la venta de nuestro suelo, a la urbanización salvaje de nuestro entorno convirtiendo parajes idílicos en urbes llenas de lujo y placer. Nadie se ha preocupado de nuestra gente, la especulación y el consumo desaforado han convertido nuestras islas en productos de consumo masivo, haciendo insostenible la convivencia isleña.

Aún recuerdo con mucha nostalgia aquellos días sosegados y tranquilos, en contacto directo con la naturaleza, donde no había prisas para nada, donde nuestros hombres y mujeres ofrecían una hospitalidad inusitada y sorprendente para el visitante, donde apenas había miseria y violencia por las calles, y donde el stress y el nerviosismo no era una constante diaria. Podíamos caminar sin problemas por las calles y por nuestras carreteras sin prisas y en un entorno relajado. Todo ello ha pasado a la historia.

Por el contrario hemos construido desmesuradamente, hemos dado cobijo a miles de desaprensivos que solo vinieron a aprovecharse de nuestra tierra. Fueron muchos los que especularon con nuestro suelo y con nuestra amabilidad sincera, introduciendo porquería consumible en nuestras islas. Pero no solo fueron los «godos» (a los que echamos permanentemente la culpa), sino también los visigodos, los bárbaros, los alanos y los peores fueron «Los unos», que no dejaron títere con cabeza y que por donde pasaban no dejaban crecer la hierba. Algunos de nuestros compatriotas, los que menos escrúpulos tuvieron, se unieron a ellos convirtiéndose en depredadores de sus propias islas.

Todo esto hay que cambiarlo, hay que parar la especulación, el derrotismo, la crispación de nuestra gente que siempre fueron amables. Hay que poner manos a la obra y evitar que se siga destruyendo nuestro entorno medioambiental.

¿Cuándo van a parar los municipios de convertir sus suelos rústicos en urbanos, concediendo licencias a amigotes y grandes trust empresariales con el único fin de enriquecerse?

Todo esto hay que cambiarlo, hay que dar un giro de 180 grados a esta sinrazón urbanística. Nuestras islas ya no lo soportan más. Por poner un ejemplo simple… ¿sabían que proporcionalmente y relacionándolo con la población, el Puerto de la Cruz es el municipio del estado que más hoteles tiene?.

Esto es una locura, y no ha hecho nada más que empezar.

La sociedad canaria ha actuado de forma pasiva y permisiva con todos los desatinos que legislatura tras legislatura han llevado a cabo gobernantes y partidos políticos, olvidándose de la verdadera realidad y necesidad del pueblo canario.

La actual crisis económica ha acentuado esa pérdida de valores, que hoy, ya, tenemos que recuperar con la máxima urgencia, no permitiendo que aquellos que manejan los destinos de nuestro pueblo manejen a su antojo, caprichosa e intereseadamentes los destinos de nuestra tierra, con la connivencia de una sociedad que debe exigir con valentía y fuerza los derechos que le asiste.

Los gobernantes tienen que recuperar la confianza de los ciudadanos trabajando conjuntamente en la solución de los problemas graves que nos acucian. Los ciudadanos por su parte, tienen que implicarse en los problemas de Canarias, a través de asociaciones de empresarios, trabajadores, barrios, políticos y colectivos que representen a algunos de los sectores de nuestra sociedad.

Debemos de controlar a los políticos, no  permitir que ellos nos controlen a nosotros. Ellos son los administradores de nuestro bienestar, nunca los dueños prepotentes de administraciones interesadas, no sirviendo al pueblo sino a sí mismos y a sus votantes. Los gobernantes gobiernan para todos, sea cual fuere su color o sus ideas.

Los ideales y los valores son sustituidos por las conveniencias de unos y los intentos de supervivencia de otros. La libertad lograda a base de mucho sufrimiento se va convirtiendo en libertinaje. La libertad implica unas limitaciones que uno mismo unilateralmente se impone. La moral, la ética, los conceptos, son patrimonios personalizados de la humanidad. Hay quién en ellos en relación con la sociedad en la que vive, donde sabe distinguir entre el bien y el mal sin imposiciones, y hay quien convierte sus conceptos morales en amorales, sin darse cuenta, ni ser consciente del daño que hacen a todo lo que le rodea.

 

La justicia, en la aplicación de la ley son frágiles para unos y duros, durísimos para otros. Los jueces a los que creemos suficientemente preparados se dejan llevar por sus propias realidades, de forma unipersonal, aplicando a veces una justicia que no se investiga en profundidad, cometiéndose en injusticias de gran calado, mandando a muchos a la cárcel por delitos menores, y a otros los que más roban, los que tiene causas con implicación de millones de euros, campean a sus anchas por las calles, con causas interminables, y en el peor de los casos con fianzas mínimas comprando su libertad.

La sociedad cree cada vez menos en ellos y los imputados y perjudicados en los delitos claman al cielo por las injusticias que se cometen, con sentencias que nada tiene que ver con la magnitud del delito cometido y absoluciones nefastas por falta de pruebas. Hecho que nos lleva a desconfiar de la justicia.

Los jueces por su parte se sienten impotentes ante una legislación, que les da poco margen para aplicar la ley justamente, exigiendo a los legisladores que la cambien en favor, esencialmente, de los perjudicados. Mientras tanto la gente muere, es atracada y los grandes depredadores siguen robando a espuertas.

La falta de moral y de conceptos lleva a muchos a levantar falsos testimonios y calumnias, si se trata de descalificar al contrario, utilizando mecanismos y malas artes  en favor de sus pretensiones, dándole igual si manda al adversario al mismísimo infierno.

Siempre ha existido el mal y el bien, pero nunca con tanta virulencia como existe en nuestros días. Antes quizás eran más temerosos y consecuente con sus actos, aunque solo fuera por aquello de que el mal que haces puede revertir más tarde en ti mismo… «Quien a hierro mata, a hierro muere».

Hechos luctuosos también ocurrían en los sesenta y setenta, solo hay que recordar las matanzas de Atocha en Madrid, por un grupo de la ultraderecha, que en base a «sus ideas», tenían que impartir justicia contra aquellos» monstruos» izquierdosos..

El 24 de enero de 1.977, tres pistoleros de la extrema derecha entraron en el despacho laboralista de CCOO en plena centro de Madrid, en la conocida y concurrida calle de Atocha, abriendo fuego indiscriminadamente contra los allí presentes, con un resultado final de cinco muertos y cuatro heridos, alguno de ellos en estado grave.

Fracisco Albadelojo, secretario general del transporte privado de Madrid del sindicato vertical y miembro de Falange Española y de las JONS, junto a José Fernández Cerrá y Carlos García Juliá fueron los ejecutores del terrible suceso. En 1980 fueron condenados a 193 años, excepto Francisco Albadalejo a 73 años.

En Italia Il Messaggero apuntaba la colaboración de ultraderechistas italiana en el atentado, hecho que después se corroboró con la participación de Carlo Cicuttini neofascista vinculado a la organización Gladio, red clandestina anticomunista que dicen era dirigida por la CIA y que había participado en el atentado de Peteano en 1972, huyendo posteriormente a España.

Para algunos aquel acto terrorista y sinrazón asesina, perpetrado por Franisco, José y Carlos fue organizado desde arriba, por elementos muchos más comprometidos, mientras que ellos solo fueron la punta del iceberg ejecutora. Por su parte los verdaderos inductores del crimen y cerebros de la operación estaban en la calle, impunes y  campeando a sus anchas.

Aquel nefasto día, dos jóvenes llamaron al timbre del bufete de abogados sobre las 22,40 horas con armas de fuego potentes, cuando concluía la última reunión del día del bufete, y con la ausencia de su líder Joaquín Navarro Esteban, disparando a todo lo que se movía, cayendo unos encima de otros heridos de muerte, y cuando los asesinos se marcharon, algunos compañeros se arrastraron embadurnados de sangre, hasta reunirse en la puerta asombrados de seguir vivos. Lola tenía reventada la cara, mientras que Alejandro tenía el pecho agujereado y Miguel con el vientre hecho trizas. Con ellos, los terroristas,  iba un tercero encargado de cortar los cables del teléfono y registrar los despachos

Como consecuencia de los disparos resultaron muertos los abogados laboralistas Valdevira Ibañez, Benavides Orgaz y Sauquillo Perez del Arco; el estudiante de derecho Holgado de Antonio; y el administrativo Rodriguez Leal. Resultaron gravemente heridos Sarabia Gil, Ruiz-Huertas Carbonell, Ramos Pardo y Dolores Gonzaez Ruiz

Los medios se hicieron eco de la masacre y arremetieron duramente contra los autores y su nefasta organización. Un año más tarde como venganza hacia los medios, volvieron a actuar el 30 de octubre de 1978, cuando  una bomba estalló en El PAÍS y mató a un periodista, apenas un muchacho, y mutiló gravemente a otro.

Vietnam

Jamás olvidará el mundo la cruel guerra que enfrentó a Vietnan del Norte con Vietnan del Sur, con la intervención activa de los norteamericanos y los soviéticos, y que duró desde 1964 hasta 1975, para posteriormente crear la República Socialista del Vietnan el 2 de julio de 1976, uniendo de esta forma a los dos contendientes en el conflicto.

Aquel año de 1965 la intervención norteamericana a favor del dictador Diëm abrió las puertas a una dura confrontación que dejó en el camino a más de dos millones de  de vietnamitas, otros tres millones fueron heridos y muchos de ellos mutilados, el bando americano también sufrieron  pérdidas de consideración con bajas que rondaron los 60.000 soldados y más de 150.000 heridos.

Una de las grandes equivocaciones de John F. Kennedy fue el tratado de amistad y cooperación  que firmó con Vietnam del Sur, comprometiéndose a defender su independencia, hecho que le obligó a la intervención militar de más de 12.000 soldados norteamericanos. Para muchos aquella acción ensombreció la figura de John, Presidente amado hasta entonces por el pueblo norteamericano que veían en el un proceso de igualdad entre todos, sin excepciones de razas, etnias  ni marginaciones. A pesar de todo fue un buen Presidente para el pueblo Norteamericano, sometido a un complot fascista que acabó con su vida.

Desde febrero de 1965 hasta el final de la intervención estadounidense en 1973 el ejército sudvietnamita combatió principalmente contra la guerrilla del Vietcong, mientras que las tropas estadounidenses y aliadas lo hicieron contra el ejército norvietnamita en una guerra de desgaste caracterizada por batallas como las del valle de Ia Dang, Dak To, Loc Ninh y Khe Sanh. Durante la campaña de 1967-1968 el general norvietnamita Vô Nguyên Giap desencadenó la denominada Ofensiva del Têt , una serie coordinada de ataques contra más de cien objetivos urbanos. A pesar de su devastador efecto esta campaña fracasó y las tropas del Vietcong fueron desalojadas de la mayor parte de las posiciones que habían ocupado.

A inicios de la primavera de 1968 el gobierno estadounidense, presionado por la opinión pública, había llegado a la conclusión de que la guerra no se podría ganar. El 31 de marzo el presidente Johnson anunció la paralización de los bombardeos sobre Vietnam del Norte, gesto que encontró una respuesta positiva de Hanoi. Con el cese del hostigamiento norteamericano se inicia en mayo las conversaciones de paz en París entre Estados Unidos, Vietnam del Norte, Vietnam del Sur y el Frente Nacional de Liberación del Vietcong, cuyos primeros resultados fueron negativos.

En 1969, Nixon sucede a Johnson, que había ocupado la Presidencia tras la muerte de Kennedy, figurando  entonces como Vicepresidente  de los Estados Unidos. Meses después Richard Nixon retira a 65.000 soldados americanos del frente vietnamita, en uno proceso en el que anteriormente ya había evacuado a 25.000.

A pesar de ello el conflicto no paró, ni siquiera tras la muerte del llorado Ho Chi Minh, Presidente de los del Norte del bloque comunista.

Sin embargo, ni la reducción de las tropas estadounidenses ni la muerte de Ho Chi Minh sirvieron para superar el estancamiento de las negociaciones de París.

El conflicto entra en una nueva dinámica de mayor diálogo y acercamiento, pero con la condición única de la retirada definitiva de los americanos para poder firmar la paz.

Los combates entre los dos bandos vietnamitas amainaron tras el alto el fuego. A lo largo de 1974 hubo una escalada en el conflicto, con choques armados durante todo el año; la ayuda militar estadounidense quedó drásticamente cortada, lo que debilitó la posición sudvietnamita. En diciembre el Ejército norvietnamita y el Vietcong lanzaron una gran ofensiva que concluyó en un éxito sin precedentes, ocupando numerosas ciudades importantes. En el momento que Hué fue conquistada a mediados de marzo de 1975, se produjo entre los sudvietnamitas una fuga desordenada. La República de Vietnam del Sur se rindió incondicionalmente al gobierno Revolucionario Provisional. Vietnam proclamó su reunificación el 2 de julio de 1976, poniendo punto final a una de las mayores vergüenzas bélicas jamás conocida.

El poder por el poder generó una guerra en la que murieron millones de inocentes. Mientras los poderosos mataban y presionaban con el único objetivo de controlar aquella zona asiática, hombres y mujeres morían víctimas de una guerra que ellos no habían provocado, gentes anónimas, desconocidas, que lo único que deseaban eran vivir. Mucho de ellos dieron con sus huesos en tumbas masivas.

El mundo vivió de espaldas a una confrontación cruel y asesina, tan solo los últimos años de la guerra de Vietnam se dejaron oír voces que pedían a gritos el final de una guerra sin sentido. Las manifestaciones se hicieron visibles en los países occidentales y la presión mediática tuvo mucho que ver con el fin de la guerra.

Pero a pesar de estos tristes hechos puntuales muchos de los valores que hoy están en entredicho, se mantenían férreamente en una sociedad bastante más solidaria. Un ejemplo claro es el valor de la familia.

Todos éramos una piña, juntos caminábamos en las desgracias, las alegrías, los triunfos y los fracasos. Todos éramos participes de cualquier acontecimiento que se produjera en el seno familiar. Los padres protegían a sus hijos, y los hijos valoraban el amor de sus padres…

Pero en todo ello había un trasfondo de armonía fingida en muchos casos. La situación no daba para otra cosa en una sociedad machista, donde la mujer tenía muy poco protagonismo circunscribiendo sus actividad social al entorno familiar.  La moral impuesta por la Iglesia Católica, única religión (salvo algunos grupos de otras religiones, que actuaban casi en la clandestinidad), marcaban  con la connivencia del régimen de Franco, lo que estaba bien o mal. De tal forma que los chicos pocas oportunidades tenían de revelarse dentro del entorno familiar, limitándose en la menor oportunidad posible a dejar las casas en pos de un trabajo, que eso sí casi siempre llegaba. Las deserciones eran muchas y con apenas dieciséis años era normal contemplar el éxodo de jóvenes del entorno familiar.

La Universidad para la mayoría de los jóvenes era imposible, no había medios para ello, y los colegios profesionales te facultaban para ejercer una profesión con apenas dieciséis años, por lo tanto solo te quedaba el mundo laboral. Éramos unos niños que accedíamos a trabajos de una explotación tercermundistas, pero lo aguantaban con tal de no volver a tu casa con la cabeza baja. Los sacrificios eran enormes, Los sueldos apenas te daban para pagar una matrona y la comida de un día sí y otro no, pero al final con el tiempo progresábamos y salíamos del atolladero. Dos años más tarde volvíamos de vacaciones a casa con los deberes hechos y el orgullo de nuestros padres.

Las mujeres padecían y soportaban la disciplina familiar, siempre marcada por el varón que imponía sus normas amparándose en aquello de.. «yo traigo el dinero a casa, yo digo lo que hay que hacer». Durante años muchas mujeres se sintieron desgraciadas, aunque también es cierto que resignadas ante una situación irreversible para sus intereses.

Aquellas menos dóciles que se revelaban contra un entorno familiar autoritario, y decidan cambiar su vida en busca de la felicidad, conociendo a otra persona y huyendo con ella, era perseguida por todo el país, con órdenes de busca y captura. La infidelidad de las mujeres de  la época era castigada con la cárcel, era un delito la infidelidad conyugal, mientras que si lo hacía el hombre no pasaba nada.

Hoy la independencia económica, la superación de la mujer y su propia autonomía personal , hace más complicadas las relaciones familiares. La intransigencias de unos y otros provocan miles de rupturas diarias. Ya pocos creen en el matrimonio, la unión civil o eclesiástica cada vez más minoritaria y las parejas se unen en un acuerdo sentimental con el convencimiento de que no va a ser eterno.

Antes era impensable esta situación, te casabas para toda la vida y aquello quedaba atado y bien atado. La mujer solo estaba para parir hijos, siempre con la incentivación del gobierno que premiaban a las familias numerosas

A pesar de todo la familia era una sociedad indestructible, adquiriendo un valor sentimental de grandes dimensiones. La protección de unos hacia los otros era total, pasando de padres a hijos generación tras generación. Los abuelos no iban a los asilos, salvo aquello que no pertenecían a una unidad familiar, y que habían ido de por libres toda su vida. En ninguna familia se contemplaba el desprenderse de los mayores, fuere cual fuere la incapacidad que hubiera que soportar. Los pequeños rara vez eran abandonados, salvo en situaciones extremas y la mujer era la joya de corona a la que no había que tocar para nada, salvo para intensificar su obligaciones para con los deberes de la casa.

Los sueldos eran escasos, a veces había que pedir a familiares, casi siempre solidarios, dinero para poder llegar a final de mes. Era años duros, donde la familia se unía en bloque protegiéndose al máximo de las penurias y miserias.

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