La Realidad tras el Paraíso
Por Jesús Cristóbal Socas Trujillo.
Observo con asombro y cierta perplejidad, cómo la patronal turística de las Islas Canarias ha desplegado todos sus recursos para desacreditar las manifestaciones y movilizaciones que tendrán lugar en islas como Tenerife, Gran Canaria, La Palma, Lanzarote y Fuerteventura. Más sorprendente aún es ver cómo la mayoría de los medios de comunicación, así como políticos de todos los colores, respaldan las declaraciones de este sector, negando la realidad que día a día vivimos los habitantes de lo que una vez fue proclamado como el paraíso en la Tierra.
Las palabras del señor Gabriel Wolgeschaffen, vicepresidente de Ashotel, me resonaron con desconcierto: «A la vaca que da leche hay que dejarla tranquilita». Me asalta la duda sobre si se refiere al sector o al espacio y a las personas que trabajan para estos hoteleros. ¿»La vaca» somos nosotros, los habitantes de las islas, quienes día a día luchamos por sacar adelante a nuestras familias con unos de los salarios más bajos del país? ¿O se refiere a «ellos», la minoría que amasa una fortuna y que saca el dinero de Canarias para llevarlo a otros territorios de España o del mundo? En cuanto a la «leche», para mí debería referirse a esos trabajadores y trabajadoras que, a pesar de los magros sueldos, reciben con una sonrisa a los turistas; o quizás a los espacios naturales, únicos en el mundo, que cada día son degradados por el monstruo del turismo. Porque señores, «ellos» parecen empeñados en destruir cada rincón virgen para construir nuevos e innecesarios hoteles, en detrimento de la gran mayoría.
Las administraciones canarias, desde el nivel autonómico hasta el municipal, muestran su preocupación por el impacto que estas movilizaciones puedan tener en el sector turístico, pero parece que esta preocupación no alcanza para prohibir la degradación de nuestros espacios naturales, para solicitar un aumento salarial que permita vivir con dignidad, para regular las viviendas vacacionales o para imponer una ecotasa. Según ellos, todo esto «espantaría al turista». Pero ¿no se dan cuenta de la soberbia estupidez que están cometiendo?
El canario no sufre de «turismofobia»; los canarios no atacamos al turista, sino al sistema turístico depredador que padecemos.
Podrán llamarme exagerado, ingenuo o como les plazca, pero basta con observar lo que sucede día tras día: se permite seguir avanzando en la construcción de hoteles y proyectos como «Cuna del Alma», mientras que los vecinos de Anaga se sienten ahogados en sus propias casas, incapaces de salir debido a la multitud de personas que abarrotan las carreteras que dan acceso a este trozo de tierra casi virgen.
Pero parece ser que el problema somos nosotros, las personas que decimos basta, los que vemos que Canarias tiene un límite. ¿Por qué creen que vienen tantos turistas a Canarias? Por nuestra forma de ser, nuestro clima, pero también por nuestros paisajes y espacios protegidos. Cuando eso desaparezca, cuando seamos un trozo de tierra empichado y con monstruosas edificaciones por todos lados, cuando no tengamos nada diferente que ofrecer, entonces, y solo entonces, el sector turístico y los políticos se darán cuenta del grave error que se ha cometido y se sigue cometiendo con nuestro territorio. Porque en ese momento la vaca estará muerta y reseca, ya no dará nada porque no tendrá nada.