NUEVOS HALLAZGOS SOBRE LA MENTE DE LAS PERSONAS QUE ACOSAN; UN PROBLEMA  CRECIENTE DE SALUD MENTAL.

Miguel Ángel Hernández Concepción.
Profesor Bachillerato, Acceso a la Universidad  Personas Adultas,  Especialista e Investigador Acreditado para la Evaluación de Centros.

Hace falta un nuevo enfoque que nos permita comprender qué  hay detrás de la pandemia  global de acoso que nos amenaza. Reconocer o identificar a los que acosan  nos va ahorrar sufrimiento inútil y nos va a permitir  adquirir competencias para actuar.  Hoy por hoy se puede afirmar que lo que define a las personas acosadoras no es ni más ni menos que su destructiva obsesión por controlar a los demás. La pregunta es la siguiente ¿qué lleva a una persona joven o adulta a obsesionarse con otra hasta el punto de llegar a desplegar esas conductas de persecución, presión, ataques físicos y psíquicos, amenazas, extorsión, injurias, abuso de posición, etc.?

Pues bien, estas personas, a nivel psicológico, tienen un funcionamiento que no está en la norma. Van a tener un bajo control de impulsos. Cuando nos enamoramos de alguien, hay un componente obsesivo: estamos gran parte del día pensando en esa persona. Lo que nos diferencia de alguien que es acosador(a) es que no vamos escribiéndole decenas de mensajes,  amenazando o intimidando con insultos y haciendo uso de expresiones y gestos violentos durante días, semanas, meses o años. Lo que está claro es que una persona que acosa manifiesta una conducta basada en una pérdida de contacto con la realidad, una percepción que no se ajusta a lo que verdaderamente pasa. Este es un típico síntoma psicótico. Detrás de las conductas de acoso, suelen estar presentes rasgos de la personalidad que son disfuncionales como la falta de control y la muy poca o nula regulación emocional así como conductas  extremas como estar maquinando injurias, insultos,  amenazas, mensajes torticeros y de forma constante hacia alguien de la clase, del trabajo, de la familia, del grupo de amistades. En ocasiones, entre jóvenes, el acoso se inicia cuando una de las partes expresa no sentir lo mismo y es entonces cuando lo persona acosadora puede llegar también a autolesionarse dándose cabezazos, hincarse las uñas, coger un objeto punzante y autoagredirse. Cualquier tipo de actividad que provoque un dolor físico intenso demuestra una falta de regulación emocional. Otro componente, que puede ser genético, es esa carencia en la empatía que impide ver cómo puede estar recibiendo la otra persona todo lo que hace el/la acosador(a). Una persona que acosa siempre minimiza sus actos. Si se le pregunta por los hechos, no se va a reponsabilizar de ellos. Y de ahí que incluso lleguen a atacar a personas con diversidad funcional o neurodiversidad o cualquier rasgo de debilidad como un claro signo de esta carencia. Estos rasgos pueden derivar de un trastorno. A veces, hay trastornos como la depresión, la ansiedad que son llevados muy al extremo. Incluso en la fase maníaca, un trastorno bipolar se conecta con estos comportamientos obsesivos.

Aunque puede existir un componente genético detrás de las conductas de acoso, mucho de lo que hacemos y somos en la edad adulta está condicionado por las experiencias que hemos vivido en la infancia. En este sentido, estas personas que acosan han tenido una historia en la que se ha producido una herida de abandono y en la que ha habido muy poca educación a nivel de la interacción con los demás. A lo largo de nuestra crianza, vamos aprendiendo poco a poco de qué va la vida. Ese bebé que necesita de sus cuidadores, si sus padres le están maltratando, va a aprender que la vida es hostil. A lo mejor tiene hambre, tiene frío, necesita que le cambien los pañales, y nadie lo está haciendo, sin importar cuánto llore. Esto genera un apego muy inseguro. Esa persona crece con la creencia de que no es suficiente ni para sus padres. Esta visión de que a la persona acosadora se la pueda rechazar en cualquier momento, es lo que hace que sus conductas de agresión física o psicológica no sean más que señales inconscientes de “por favor, que alguien me quiera”, “por favor, no te vayas”. Lo que pasa es que en la edad adulta eso no es funcional, no es el llanto de un niño pequeño. En ese miedo a que no te abandonen,  lo que consiguen con esos comportamientos obsesivos es, justamente, que se aparten de tu lado, que te abandonen, que te rechacen, que te teman, etc.

Así, pues, aunque la soledad no es lo único que mueve a las personas a acosar a otros, sí que está presente de estas maneras indirectas. “Esta es una forma de estar en el mundo más que una necesidad propia del cariño y contención.” Por supuesto que puede haber una necesidad, pero la salud mental de la persona está afectada. Tiene mucho más que un trastorno mental. Los trastornos de personalidad, dentro de las muchas características que tienen, incluyen la inestabilidad y la respuesta exacerbada a nivel emocional ante el rechazo, la ruptura, la falta de afinidad. Las obsesiones, y el acoso es una de ellas, tiene que ver con una necesidad de control de la otra persona: quiero saber por dónde pasas, dónde coges el bus, a qué hora te despiertas, con quién estás o hablas, por qué no me das la razón o ríes mis gracias, etc.Y en muchos casos voy a saltar tu intimidad para satisfacer esa necesidad en el caso del acoso con las nuevas tecnologías y redes sociales. Este es, probablemente , el aspecto más peligroso del acoso para las víctimas; algunas veces la búsqueda de control puede ser tan poderosa que el individuo acaba violentando al objeto de su obsesión (ese(a) compañero(a) de estudios, del trabajo o miembro de la familia). Este patrón no está motivado desde el miedo al abandono, sino desde el miedo a no controlar situaciones o a personas. No voy a permitir que me rechaces, no voy a permitir que estés con otras personas, por ejemplo, y ahí las campañas de difamación, mentiras, bulos para desacreditar al que no puede controlar. Entonces las personas que acosan se ponen tan agresivas y llegan a verbalizar imposiciones como “ me tienes que escuchar”,”me tienes que hacer caso porque yo te lo digo”, “ tú no sabes quién soy yo”, “ yo de aquí no me voy o no me muevo”, “ tú harás lo que yo te diga” y otras del tenor. Incluso las personas acosadoras llegan a actuar en contra de amigos, parejas  o familiares de sus víctimas o de sus hijos(as) sin distinción de edad, sexo o profesión.

En este sentido, las personas acosadas en lugar de acudir directamente a  denunciar ante los primero síntomas de alarma, se convencen de que pueden resolver el problema por sí solas y por ello durante mucho tiempo guardan silencio o lo normalizan por la posición que ocupa quien ejerce el acoso. Pero, cuando una persona ha entrado en psicosis, es muy poco probable que entre en razón, por decirlo de algún modo. Hay que pensar que para llegar a cometer el acoso, la persona ha atravesado muchas líneas: ha entrado donde no debía para obtener información, ha perseguido,  ha aislado, ha amenazado, ha controlado, ha injuriado, ha maltratado física y psicológicamente, etc. En resumen, las personas que acosan atraviesan episodios de psicosis, necesitan un tratamiento médico, puesto que se trata de un trastorno mental que, en ausencia de un abordaje terapéutico, suele ir a peor. En pacientes con psicosis, lo que está indicado normalmente es el tratamiento farmacológico y el abordaje multidisciplinar. Se puede trabajar desde la psicología y también puede ser necesaria una educación para la adaptación de la  persona a la vida cotidiana, para que entienda qué cosas puede y qué cosas no puede hacer en contacto con otras. Será entonces que la psicosis afecta a más jóvenes y adultos de lo que podíamos imaginar. Atrás quedó la famosa película en blanco y negro,  la destructiva obsesión por controlar  a los demás habita entre nosotros y tenemos el derecho de protegernos y de proteger a nuestro menores ante cualquier mínimo indicio de acoso. Ante el acoso no te des la vuelta, manaña puedes ser tú quien lo sufra.