TRES AÑOS DESPUÉS DEL VOLCÁN SIGUEN LAS GRIETAS.

MOTIVOS PARA QUE LAS PERSONAS AFECTADAS VUELVAN A SALIR A LA CALLE

Francisco Rodríguez Pulido*. Simplemente, un afectado

Un domingo de septiembre de 2021, el magma emergió violento y osado en el Valle de Aridane. Tres años después, queda el manto negro de las coladas, y una montaña callada y orgullosa permanece y permanecerá decenas, cientos, miles de años. Solamente la montaña evocará para las futuras generaciones que un día hubo un volcán, de cuya voracidad y destrucción quedará la huella de un malpaís, que sin duda el tiempo desplazará.

Este volcán ya no se borrará nunca de las retinas de los palmeros del Valle de Aridane. Su evocación no será como aquella imagen tan amable que nos dejó el Teneguía. Mucho más lejos en el tiempo, algunas decenas de miles de años atrás, las otras montañas del Valle, como Todoque, La Laguna, Triana, Montaña Rajada o Cogote, nos recuerdan que el Valle de Aridane fue malpaís, en cuya geografía también intervino el derrumbe de Cumbre Nueva. Todos estos volcanes, y toda la geología interna de la Tierra, que ha formado La Palma, no entiende de humanos, y de lo que decidamos los humanos con el suelo en que nos hemos asentado.

Tres años después de la erupción, recordamos que hoy en día hay personas que tenían una casa, o más, y fincas, o simplemente eriales. Que en ochenta y cinco días desaparecieron, aplastadas por la lava. Queda un malpaís joven, tan negro como aquel del 49. Roca basáltica. Ya no hay casas, ni hay fincas, ni hay tierras, pero hay propiedades. Esa es la realidad incontestable.

El volcán surgió, sin avisarnos, sin semáforo naranja. Nunca hubo emergencia, ni evacuación. Nadie puede olvidar a las personas de El Paraíso, Alcalá, El Frontón… Los de la zona alta, decimos. Ellos nunca fueron avisados. Ni ellos, ni los de la zona baja, Todoque o La Laguna. Prácticamente, todos salieron por sus propios medios de sus casas, para no volver nunca más, los de la zona alta. Mientras, las coladas avanzaban, lentamente. Para muchos, con suficiente tiempo para volver y rescatar parte de sus historias. Pero sólo les dejaban diez minutos, quince, veinte… Poco más. Y les decían, si no regresas pronto, te multamos. ¡Cómo nos maltrataron!

Tres años después no ha habido ningún político, ni funcionario, ni científico o técnico que haya hecho autocrítica. Ninguno que haya tomado lecciones de la mayor catástrofe humanitaria habida en la historia de Canarias. La mayor catástrofe de un volcán que supo respetar las vidas humanas, no por el “buen hacer” de la emergencia, sino por la histórica evidencia de que nuestros volcanes siempre han respetado las vidas humanas. De veinticinco fallecimientos por volcanes, contabilizados en más de quinientos años, sólo nueve fueron por el propio volcán. Y mayormente, por los gases. Nueve fallecidos en quince volcanes. Eso no es nada, comparado con las muertes ocultas del post volcán.

Tres años después, el volcán, pero sobre todo, otro tipo de volcán, sí ha dejado muertos por el camino.  Son los olvidados. Los que nos han soportado el dolor, la depresión, la angustia, las horas de insomnios… Su corazón se apagó. Tres años después, hay cansancio, agotamiento. Algunos te dicen que empiezan a ver algo de luz. Son aquellos que han podido construir una nueva vivienda en otros terrenos, o los que han decidido emigrar y pasar página. Pero siempre queda el dolor. Sin embargo, hay otros que, tres años después, siguen en casas extrañas, alquiladas o de familiares, tratando de recomponer vidas. E incluso algunos, ni en casas.

Tres años después llega el aniversario. Las voces, el grito de rabia e indignación se ha ido apagando. Ya no hay fuerzas. Sin embargo, nadie, ni la última persona del volcán, puede ser olvido, como nos decía el escritor colombiano, Héctor Abad Faciolince, en su libro “El olvido que seremos”.

Necesitamos encontrarnos, en la calle, en las plazas, para escucharnos, para recordar, para saber que estamos y somos personas capaces de apoyarnos mutuamente. Y ello, a pesar de que hay corazones rotos, quebrados y divididos, entre aquellos que consideran que sus vidas avanzan, y no quieren ir al encuentro, en la calle, y aquellos otros, que aún van con las cabezas agachadas y esconden sus lágrimas. Es evidente que muchos no tienen fuerzas para estar en las plazas. Tres años después, nos han convertido en víctimas revictimizadas.

Tres años después, ninguna Administración, desde la local al Gobierno español, puede decir que la reconstrucción va bien. Pero las voces institucionales que escuchamos dicen lo contrario. La última, el Consejo Económico y Social de Canarias, reunido en La Palma. ¿Por qué tantas mentiras, Dios mío? Por favor, cuándo habrá un gesto de humildad y sinceridad. Pero siguen empeñados en decirlo, de palabra o de omisión, que la reconstrucción va bien. El propio presidente Sánchez viene a La Palma, y ya no existen afectados. Ahora al Rey le dan una medalla, el mismo día 19, en Tenerife, por un parlamento canario, que también se olvidó de los afectados. ¿Quién se acuerda de una isla rota y de tantas vidas rotas? Han cancelado a las personas afectadas.

 El presidente autonómico Clavijo y la consejera Barreto, cuando intervienen, todos son autoelogios. Nos han colado la reconstrucción que ellos quieren, a base de decretos leyes y leyes. Gobernanza de arriba hacia abajo. El presidente insular  Sergio Rodríguez, sólo habla de obras, y fotos con chaleco y casco, y gases y más gases, que nunca se irán. Y al alcalde de Los Llanos se le ve más interesado en eventos y fiestas que en la reconstrucción de las vidas de sus vecinos.

Pero no piense nadie que sólo censuro a los que gobiernan. Mis irritaciones van con todo el poder político, porque la oposición también es poder. Lo tuvieron y lo quieren volver a tener. Cegados y enfadados por perder las elecciones, usan el volcán y los afectados como arma arrojadiza. ¡Basta ya, señores! El Sr. Cabrera se atreve a decir que el anuncio de nuevas subvenciones es una “pantomima”. Sinceramente, Sr. Cabrera, cuando usted nos demuestre las cuentas auditadas de la anterior legislatura, sus palabras podrán ser más creíbles. Luego, para el Sr Perdomo todo son reproches con la reconstrucción. Los últimos, que no se dan las ayudas presupuestadas. Le digo lo mismo que al Sr. Cabrera.

Las voces que usan el volcán para señalar al Gobierno, curiosamente, no son del Valle de Aridane. E incluso, aquellos que callan, pero siguen haciendo mucho daño, tampoco son del Valle de Aridane. Me refiero al Sr. Pestana, que se ha hartado de firmar multas, y enviar guardias civiles y fiscales para asustar y amenazar incluso. No sigan por ese camino, no conseguirán que doblemos nuestras rodillas.

Nadie, en el poder político, ve los descosidos de las almas y de las vidas de personas, que lo han perdido todo, prácticamente todo. Los descosidos no son las escorias y los malpaíses que enterraron el patrimonio. No son las coladas, de bellos matices negros y formas, ni tampoco son los tubos volcánicos.  Esos rotos existen, empeñados en dejarlos intactos. Lo llaman “protección”. ¿Pero quién se preocupa de proteger y zurcir los descosidos humanos? Estos son los verdaderos importantes.

Las Administraciones, que se jactan de que la reconstrucción avanza, hablan de las normativas que permiten reconstruir sobre coladas, de la apertura de las vías de conexión, de los millones de euros que se han dado, en ayudas, subvenciones y a través de medidas económicas, etc., etc… Pero se han olvidado del afectado. Con las compensaciones ya han puesto el candado. Han creado una liga de afectados, desgraciadamente. Desde los de primera categoría, aquellos que han recibido incluso más de lo que han perdido; hasta la enésima categoría, que son los que ni siquiera tiene un número de registro.

Tres años después hay motivos para salir a la calle, para encontrarse en las plazas. En la plaza de España de Los Llanos de Aridane (hay una concentración el 19 de septiembre de 2024 de 12 a 15 horas), para ser una sola voz, unitaria y solidaria. Juntos, cada persona, con su acción, con su pequeño gesto tendiendo la mano, puede ser un eslabón para otra persona, y esta para otra. Necesitamos una cadena que haga sentir que la solución a la reconstrucción y la rehabilitación de cada persona hace fuerte a las otras personas. Si ya tienes la compensación,  no te consideres con más méritos que nadie para ignorar a aquellos otros que, aun tendrán que esperar por el maná.

Y también necesitamos encontrarnos en la plaza de La Laguna (hay un encuentro de afectados a las 19 horas el 19 de septiembre), para escucharnos, animarnos, ayudarnos y empoderarnos. Ese día es un día de aniversario, pero no es un día para fiestas. Es un día para decir que seguimos aquí; que las personas afectadas existen, que sus historias de vida aún necesitan ser recompuestas. Gritar y romper los silencios. Porque son muchos los silencios que nos matan.

El silencio es la ausencia de repuestas. El silencio es la negación de la escucha, del dolor y del sufrimiento. Los silencios son los desprecios, la hipocresía, las mentiras, la soberbia, la negación de las evidencias. Silencios que matan, que nos han convertido en un expediente,  en un número. Ya no podemos creernos ni la retórica de supuestas buenas palabras. El informe del CES decía en 2021: “Reiteramos la necesidad de desarrollar un enfoque de actuación pública centrado en las personas, que supere el enfoque meramente burocrático-administrativo, de tal forma que las personas sean individualmente consideradas en sus circunstancias y situaciones”. Tres años después, reunidos en La Palma, ni se acordaron del informe.

Para terminar, un mensaje final: No nos olvidemos de GESPLAN. Los fríos e inmunes funcionarios que nos piden una y mil veces papeles, papeles y papeles. El afectado cancelado ya sólo es un número de registro, un expediente administrativo. Este es el silencio, que llega en forma de carta, individualizada, sin transparencia alguna, incumpliendo la ley. Rompamos todos los silencios, y que el eco de nuestras historias y nuestras vidas irresueltas suene el día 19 de septiembre, en la plaza de España y en la plaza de Laguna. Que nadie falte.

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*Francisco Rodríguez Pulido es licenciado en Ciencias Químicas y en Pedagogía. Profesor jubilado de Física y Química.