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Señor director quiero agradecerle haber fundado un hogar para los niños. No es un hogar cualquiera, es un lugar donde nos sentíamos seguros, queridos, valorados entre otras muchas cosas. Gracias por cada segundo dedicado, se notaba el amor que le tenías a tu amado colegio, demostrando cada día tu implicación. Saludando niño por niño con su respectivos nombres, apellidos, situaciones familiares…
Un hogar por donde han pasado miles de alumnos durante décadas.
Un hogar donde te enseñan valores, disciplina, amor, resistencia, coraje, valor…
Gracias por abrirnos tus puertas.
Gracias por esos benditos jueves que todos deseábamos con ansias que llegara para hacer la larga cola que llegaba a su despacho para poder coger así dos chupetes y dos regaliz.
Gracias por esa lucha constante que nadie se quedara atrás, por tu implicación individual para cada uno de los miles alumnos y alumnas que han pasado por él.
Gracias por hacer de una empresa un lugar seguro con un equipo suficientemente cualificado para el bienestar de cada uno de los alumnos.
Gracias por tus historias, tus enseñanzas, tus sonrisas y también tus riñas.
Gracias por darle alma a ese colegio, que ahora sin usted no será lo mismo. Pero confío en tu sucesor, que pondrá todo el empeño posible por seguir haciendo de él lo mismo, incluso mejor.
Hoy una parte de mi infancia se cierra junto con usted, llega el día que tenemos que admitir que ya no somos esos niños, que la vida ha pasado. Nos quedan los recuerdos tanto buenos y malos.
Hoy al dejar a mi hija en el colegio no he podido evitar ir por fuera de su despacho, llorar mientras un montón de recuerdos venían a mí mente, he sido muy afortunada de poder conocerle y haber disfrutado de su proyecto, muy muy afortunada. Has sido una persona muy importante en mi vida, como la de muchos, duele mucho conocer esta noticia, no sentirlo en el colegio es abrumador. Sé que es ley de vida pero eso no quita la pena, el dolor, la tristeza, ojalá las personas como usted fueran eternas.
De por sí ya extrañaba su presencia por eso lo buscaba cada año para saludarlo, ahora no va a ser posible pero siempre lo tendré en mi mente y corazón.
Le doy gracias a la vida que mi hija lo pudo conocer, me contaba que en los recreos usted dejaba que los niños fueran a saludarlo, como siempre, siempre las puertas abiertas de su despacho, un trato cercano. Se pegaba el recreo viendo sus conchas y escuchando sus historias, gracias por haber impactado tanto en mi vida y ahora en la de mi hija.
Te recordaba, te recuerdo y te recordaré siempre… Hasta la próxima.

Exalumna.