De pequeños guanartemes…

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«Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros«. Esta frase, tradicional y erróneamente atribuida al genial Groucho Marx, puede, hoy día, aplicársele también a buena parte de nuestros políticos. O más bien, a buena parte de las personas que se dedican a la política (que no es lo mismo)…

Porque no es lo mismo tener vocación de servicio a la Comunidad, a la ciudadanía, que simplemente buscar el beneficio personal. El usar los medios a tu alcance para tus propios intereses no puede tener cabida cuando eres una figura pública que se ha presentado ante la ciudadanía bajo unas siglas, bajo unos ideales, bajo un prisma concreto. Cuando dejas a un lado aquellos valores bajo los que te presentaste en una lista electoral, el primer perdedor eres tú, porque defraudas a muchas personas que creían en lo que tú representabas…

No es correcto recurrir a falacias para «justificar» tus cambios de ideología (si alguna vez tuviste alguna). No es correcto «convencer» con enredos a otros compañeros cuando tu objetivo es muy diferente de lo que les cuentas. Sobre todo, cuando tú mismo, con tus movimientos, con tus actos del día a día, dejas en evidencia tu propio relato…

No tiene argumentación posible abandonar la formación con la que has llegado a donde estás, para «abrazar» a quien defiende todo lo contrario de lo que tú has defendido hasta ahora. No tiene excusa porque demuestra que no tienes más ideario político que tu propio beneficio personal. No tiene justificación porque intentas engañar a los que han creído en ti. Un engaño que acaba siendo una traición a los que te auparon en su día. Y de eso, en Canarias hemos tenido unos cuantos ejemplos. Incluso, siglos atrás, hubo, en Gáldar, fíjate tú, un Guanarteme que se entregó a las tropas invasoras, quizás pensando que era lo mejor. Pero su Pueblo no lo vió así. No siempre sale todo como se piensa…

Además, no es justificable, ni ética ni moralmente, seguir apegado al cargo logrado gracias a los votos obtenidos por la formación de la que ahora perjuras. Eso se llama ser un tránsfuga. Se mire por donde se mire…

Pero claro, ahora tu mirada está clavada en un único punto. Aunque tengas que «disimular» un breve periodo de tiempo (disimulas muy mal, por cierto). Y ese punto, todos sabemos cuál es. En ATI se frotan las manos…

Ángel Rivero García