EL ALUMANDO CAPAZ DE AUTORREGULAR SU APRENDIZAJE TIENE MÁS INTEGRACIÓN Y MEJORES RESULTADOS ACADÉMICOS

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El alumnado con más probabilidades de integrarse y obtener mejores resultados académicos es aquel que, entre otras competencias, autorregula bien su aprendizaje en sus tres dimensiones principales: planificación, ejecución y autoevaluación. Un estudiante autorregulado es aquel que ejecuta correctamente sus propias acciones reguladoras en diferentes momentos de su proceso formativo, para así interiorizar y asimilar dicho aprendizaje y, de este modo, conseguir sus metas académicas y profesionales.
Este fue el principal resultado de un estudio desarrollado por investigadores del Grupo Universitario de Formación y Orientación Integrada (GUFOI) de la Universidad de La Laguna y publicado en la Revista Multidisciplinar de Investigación Educativa (REMIE), una publicación de acceso abierto de Hipatia Press que publica resultados de investigación que supongan aportaciones significativas a la comprensión y mejora de los procesos educativos y está indexada en algunas de las bases de datos internacionales más importantes.
El estudio fue realizado con una muestra de 309 estudiantes de Enseñanza Secundaria y Bachillerato de diversos centros de Tenerife. La investigación analizó si había relación entre la capacidad de autorregulación del aprendizaje y el desempeño académico en estudiantes que cursaban estudios preuniversitarios. Se partía de la hipótesis de que aquellos estudiantes con capacidad de autorregulación a la hora de realizar sus tareas académicas obtienen un mejor rendimiento y, por tanto, tienen menos riesgo de fracasar académicamente. Desde esta perspectiva, la autorregulación es un factor importante de la educación y un mediador en los procesos de enseñanza-aprendizaje de todos los niveles educativos.
Pedro Álvarez Pérez, profesor titular del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa y uno de los autores de la investigación, señala que el alumnado con mejores calificaciones académicas fue el que mayores niveles de autorregulación del aprendizaje manifestó, tanto en planificación como en ejecución de las tareas, en el uso de estrategias de aprendizaje y en autoevaluación.
“Si tenemos en cuenta estos resultados, la conclusión a la que podemos llegar es que la autorregulación del aprendizaje es un factor importante en los procesos educativos, dada la estrecha relación que mantiene con el rendimiento académico y con el abandono escolar. Es decir, aquellos estudiantes que se autorregulan bien durante el proceso formativo, que planifican el proceso de aprendizaje, ejecutan adecuadamente las actividades y valoran el proceso que han seguido, obtienen mejores resultados académicos y tienen menos posibilidades de fracasar en los estudios”, explica Álvarez.
Conseguir que el alumnado adquiera habilidades para autorregular su aprendizaje a lo largo del proceso formativo influirá positivamente en su motivación, implicación, actitud y comportamiento ante el estudio, así como en sus habilidades metacognitivas para controlar su aprendizaje. De la investigación se desprende la necesidad de potenciar el desarrollo de programas de apoyo y orientación educativa al alumnado para mejorar sus estrategias ante los estudios. Una buena formación y orientación para fortalecer la competencia de autorregulación debería constituir un objetivo estratégico de la educación a lo largo de las trayectorias formativas y durante la construcción y desarrollo del proyecto formativo de los estudiantes. De este modo, aumentarían las posibilidades de alcanzar el éxito académico y evitar el riesgo de dejar sus estudios.
El trabajo se enmarca en una línea de investigación del grupo GUFOI centrada en el análisis de factores que inciden en el abandono de los estudios, uno de los graves problemas de la educación, que afecta a los estudiantes, a las familias y a la sociedad en general. Un problema al que no se ha conseguido dar respuesta y que sitúa a Canarias en el primer lugar de las comunidades autónomas con los niveles más altos de abandono académico en universidades presenciales (19,1%), según los indicadores ofrecidos recientemente por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades referidos al curso 2022-2023. Por eso se viene reclamando acciones globales y profundas al problema del abandono, que corrija las deficiencias del sistema y aporte soluciones a la diversidad, la vulnerabilidad y a las necesidades de todo el alumnado.
“Los que abandonan, los vencidos por el sistema y sus prácticas, los que requieren más apoyo y tutoría personalizada, los que necesitan más tiempo, los que les cuesta avanzar porque no cuentan con los mismos recursos, todos estos, probablemente, queden marcados, sintiéndose responsables de su propio fracaso”, señala Pedro Álvarez. “Por eso insistíamos en la necesidad de reducir el efecto de las variables que están en la base del abandono. El abandono es un problema doloroso en la vida de los estudiantes que fracasan, que afecta a su autovaloración y a la construcción de sus propios proyectos de vida. No es un problema secundario o marginal, sino un fenómeno que alcanza cifras muy elevadas, por lo que debería constituir un objetivo clave para los gobiernos”
Para el experto, resulta preocupante que a este no se le haya encontrado todavía una solución significativa. “¿Por qué los gobiernos no terminan de asumir que el problema del abandono académico en todos los niveles educativos va más allá de lo académico? ¿Por qué las instituciones han naturalizado este problema cuando sus efectos van mucho más allá de las cifras que año tras año ilustran los informes sobre el funcionamiento del sistema educativo? ¿Por qué el profesorado permanece pasivo ante esta realidad? ¿Por qué no se articulan sistemas y políticas en el sistema educativo para prevenirlo?; ¿Por qué no se refuerza la orientación al alumnado? Como vemos, muchos interrogantes y dilemas por resolver”, señala Álvarez.