El despertar (Capítulo VII). La ropa y sus tendencias

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  Juan Pedro Calvo del libro «El Despertar» para el Diario de Canarias

Después de visionar un documental sobre la degradación del medio ambiente y sus consecuencias en la humanidad, de poco sirven las excesivas preocupaciones banales, si realmente y al ritmo que vamos terminaremos en pocos años con la habitabilidad del planeta.

Es el hombre el único responsable de la mayor  catástrofe ecológica que se conoce, de la progresiva degradación de la tierra y de la  desaparición de especies, suelo, ríos, y lo más grave la descongelación de los glaciales que son el corazón y el equilibrio, y que pueden propiciar  la desaparición de la Tierra. Los bosques, la naturaleza, pulmones de nuestra planeta, van desapareciendo, produciéndose la desertización de grandes zonas terrestres y como consecuencia un cambio climático que amenaza con reventar las áreas de población masivas.

El hecho previsible de la licuación de los glaciales, grandes masas de agua dulce vertidas al mar y los océanos puede provocar en muy poco tiempo una subida de siete metros del nivel oceánico, con la subsiguiente influencia nefasta en ciudades de grandes proporciones edificadas y  construidas en las costas de los continentes del mundo.

El hombre posee una capacidad tecnológica que debe aplicar en beneficio de la conservación del medio ambiente y en la búsqueda de soluciones viables para la conservación y recuperación de tanta vida destruida. El petróleo y sus derivados es una bomba que destruye el paraíso terrenal con su consumo y explotación diaria. Hay que buscar nuevas energías, mucho más limpias, alejadas de productos tan contaminantes. El sol con su inmensa capacidad energética  nos puede ayudar mucho a cambiar la historia.

El cambio climático avisa permanentemente de los cambios sustanciales que experimenta el mundo. Los fenómenos tradicionales naturales se han vuelto mucho más virulentos con manifestaciones catastróficas que hoy son en el Pacífico, mañana en el Atlántico y posteriormente en el  Indico. Ningún país escapa a los desastres que provoca la naturaleza, revelada contra el hombre por tanto despropósito. Terremotos, tifones, huracanes, tornados, tsunamis, lluvias torrenciales y desproporcionadas, sequias cruentas, volcanes que erupcionan con demasiada frecuencia y grandes riadas que cada día van ocupando más territorio. Y sobre todo estaciones bien definidas hasta hace poco, y que hoy con el cambio climático se confunden. Hoy no sabemos cuándo es verano, invierno, primavera u otoño. La temperatura sube y el cielo casi siempre con tintes negros, amenaza diariamente con sembrar el terror y la destrucción entre los habitantes del mundo.

En medio de tanto caos, muchos piensan en las modas, se consuelan con las tendencias de los nuevos años. Los juegos, las nuevas tecnologías, el cine, la música y en cómo vestir esta temporada. son elementos básicos para olvidarnos de lo más importante, la vida, quizás por aquello de esconder la cabeza debajo del ala, y no dar crédito a las advertencias de cientos de científicos y expertos que no se cansan de avisarnos del posible desastre que se avecina si no le ponemos remedio.

Posiblemente la ropa sea un elemento que a todos convence como mecanismo de distracción. El estar guapos, presentar nuevos look que atraigan a tus convecinos y amigos, contar con complementos de todo tipo que te den cierta distinción, con una puesta en escena agradable, sea una forma de vivir adecuadamente, sin grandes planteamientos y problemas. Hay modas para todos los gustos, está la moda intemporal, de cierta calidad que te sirve para una o varias temporadas completas (años), o la esporádica que se consume en temporada y que después hay que tirar.

La moda de los años venideros dicen que será exquisitamente escandalosa, con colores, estampados y diseños muy atrevidos. Los motivos animalescos, en otro tiempo horteras y barriobajeros, como las simulaciones leopardescas hoy son fuente de inspiración obligadas para los más «in».

Por su parte los colores elegidos  para prendas como abrigos y chaquetas serán los grises y los beige.

La ropa se minimiza, y cada vez son más pequeños los shorts y las blusas. Las mujeres lucirán con gallardía y estilo prendas, que apenas les tapan medio pecho, dejando al aire el ombligo, y mini pantalones que a este paso se van a convertir en tangas. Lo que parece que no pasa de moda son los pantalones rotos, muchos de ellos a precios estratosféricos, que en otro tiempo nos daría autentica vergüenza pasear. Todos ellos con diferentes colores y matices, con estampados variados, dejando sus preferencia a gusto del consumidor. Algunos que quieren justificar el despropósito de la moda achacan lo de los pantalones rotos a la iniciativa  de las costumbres propiciadas por el rock and roll, como si hace treinta o cuarenta  años en pleno apogeo de este estilo no hubiese existido la moda.

El calzado evoluciona rápidamente, con zapatos tipo zuecos que agrandan ostensiblemente el pié, dando la sensación de patos mareaos, con una estética lejana a lo realmente agradable y práctico.

Las jóvenes,  tienen muchos más problemas con la moda  teniendo  que complementar sus ropa con complementos que dibujen su estilo y puesta a punto final. Su fondo de armario no estará completo sin los bolsos. Pasaron de moda aquellos de satén, algodón o terciopelo y mira por donde están de moda los bolsos de ganchillo, de telas y lonas multicolores y aquellos con carácter innovador. Alejados de los colores de nuestros mayores azul marino, negro o blanco los jóvenes consumen colores metálicos en tonos verdes fucsia o limón.

Los jóvenes  entusiastas de las modas, suelen tener una especial predilección por las colecciones de pulseras y anillos. No importa su estilo, tienen que ser muchos que cuelguen desordenadamente de su muñeca o llenen, como en el caso de los anillos el mayor número de dedos posible.

Las imitaciones de plata y oro en toda la vestimenta en general, incluidos complementos dan un aire espacial a muchos. Los setenta ya se iniciaban en este estilo, vistiendo a astronautas o en películas futuristas con trajes y prendas que entonces nos parecían aberrantes y que hoy se usan con normalidad. Lo que se pensó que nunca llegaría hoy es «la moda nuestra de cada día».

Por suerte la moda la disfrutan y la consumen una minoría pudiente que pueden cambiar su vestuario a capricho, cuando les apetece y con medios económicos. La gran mayoría usan ropa práctica, camisetas y pantalones de bajo costo, que compran con cierto estilo en tiendas baratas, y que debido a su precio pueden cambiar con cierta asiduidad. Las más utilizadas son los pantalones y las camisetas de todo tipo, colores, impresiones gráficas, sin importar si van  o no a la moda.

Dicen que la moda siempre vuelve, la verdad es que a veces sí, pero muchos de los gustos juveniles de antaño han pasado a la historia.

La moda de los setenta nunca obedeció a un patrón determinado, fue diversa y creativa yendo pareja a las tendencias musicales, el cine y las discotecas.  Junto a los sesenta , los setenta fueron años de mayor ingenio e imaginación en el mundo de la moda, la vertiginosidad de los acontecimientos sociales y culturales marcaron también las tendencias juveniles de la moda, así iba desde la frescura del pop, hasta la moda disco, pasando por el rock y el punk. Con especial atención  a los movimientos hippies llenos de colorido y estampados florales. En la actualidad muchos diseñadores basan sus creaciones en la imaginación de aquellos años.

Las faldas no obedecían a un patrón determinado con todo tipo de longitudes y estilos, ajustándose o no al cuerpo femenino. Las maxis eran de telas ligeras llenas de estampados y colores, las minis por el contrario utilizaban algo más de rigidez, mientras que aquellas que se quedaban en la mitad, entre lo corto y lo largo, ceñidas al cuerpo, utilizan telas finas, de gran cuerpo  ajustándose a las caderas como una segunda piel.

Los pantalones por su parte eran muy anchos, ceñidos en la cintura, los famosos pantalones campana, o muy pegados implantados por rockeros tradicionales y duros, fue lo que se llamó los pantalones pitillo.

La decoración de las telas fue muy variada desde las clásicas lentejuelas, hasta los colores, líneas, dibujos geométricos y estampados más variados, utilizando todo tipo de materiales.

Quizás la mayor convulsión que se produjo, al margen de las ideas, en la moda de principio de los setenta fue la irrupción de la moda hippie, con chaquetas multicolores, túnicas y blusas orientales y africanas, fueron tiempos donde los estilos árabes, hindúes, asiáticos y africanos imponían su ley.

Los bolsos y bikinis de crochet, mantones españoles, ponchos sudamericanos, faldas campesinas, pañuelos hindúes, chalecos tibetanos y chinos, adornos y complementos de los indios americanos y  pulseras y collares de todas partes del mundo, adornaban las figuras de las mujeres y hombres de la época.

Las mujeres contemplaban el devenir diario desde plataformas de varios centímetros y los tacones aguja resurgieron después de varias décadas. Las chaquetas se acortaban y ceñían y su composición pasó de ser de tela lisa, a las telas acolchadas, las lanas  y el terciopelo. Las discotecas y su influencia juvenil con sus diseños futuristas trajeron la moda de las telas metálicas y las telas leopardo, que solo las utilizaban las más horteras y atrevidas de las chicas de discotecas, con aspectos, casi siempre agresivo que daban hasta miedo. La Catwoman, era un angelito al lado de aquellas insinuantes y extravagantes chicas de aspecto totalitario.

El movimiento punk, con un escaso tiempo de duración, trajo la moda de los colgajos metálicos, los pantalones pitillo y el cuero negro o marrón en chaquetas llenas de tachuelas y otros elementos metálicos.

Así era la moda de los setenta imaginativa y cambiante, hoy un sector mayoritario de la población no presta atención a los devaneos de la moda, por el contrario lo simplifican todo, poniéndose cualquier cosa y saliendo a la calle lo más aseados y limpios posible. Es cierto que para la nueva generación «el hábito no hace al monje»

Hablar aquí sobre la alta costura  y las pasarelas elitistas de moda como las de Milán, Londres, Paris, Cibeles en Madrid o Gaudí en Barcelona, me da la sensación que es un atentado a los  menos favorecidos, poniéndoles los dientes largos, y mucho menos en un momento de crisis donde la hambruna y las calamidades ocupa el primer lugar de importancia dentro de las prioridades a solucionar en la  sociedad. Las  revistas del corazón dando rienda suelta a los despilfarros de príncipes y princesas, sin pensar en la situación de los más pobres, dan un mal ejemplo a esta sociedad tan necesitada.

Las exposiciones y desfiles de grandes modistas, con diseños imposibles, Armani, Balenciaga, Ágata Ruiz de la Prada, Domínguez y otros muchos, solo están al alcance de los ricos, y la mayoría de ellos, ni siquiera compran, solo disfrutan  visualmente  de unos modelos  que jamás los incluirán en su fondo de armario.

 

(Fin del capítulo)