El eco de Lucía: Una lucha contra la violencia escolar
Lucía tenía 12 años.
Tenía.
Porque un día subió a un tercer piso, miró hacia abajo y saltó.
No porque quisiera morir.
Sino porque no pudo más.
Porque la destrozaron. Porque la convirtieron en el blanco de sus burlas, de sus risas crueles, de su desprecio. Porque hicieron de su vida un infierno. Y aunque ella luchó con todas sus fuerzas, aunque tuvo una familia que la amó, que la escuchó, que intentó protegerla, no fue suficiente.
Porque el acoso escolar mata.
Lucía no estaba sola en casa. Pero sí en la escuela.
¿Puedes imaginarlo?
Sentir miedo cada vez que entras a clase.
Escuchar cómo se ríen de ti cuando piensan que no los oyes.
Caminar entre empujones, entre insultos, entre miradas que te hacen sentir que sobras.
Sentarte en tu pupitre con el corazón encogido, deseando ser invisible.
Aguantar, aguantar, aguantar… hasta que un día no puedes más.
Lucía no quería dejar a su familia. Ella quería vivir.
Pero le quitaron las ganas de hacerlo.
Le robaron la risa, la paz, la esperanza.
La destruyeron poco a poco, día tras día, hasta que no encontró otra salida.
Su familia la escuchó. Su familia intentó salvarla. Su familia hizo todo lo que pudo.
Pero, ¿de qué sirve gritar cuando nadie más escucha?
¿De qué sirve pedir ayuda si quienes deben actuar miran hacia otro lado?
¿De qué sirve luchar si el sistema sigue permitiendo que el acoso se cobre más vidas?
No fue un hecho aislado. No fue un mal día. No fue un error.
Fue cada insulto que soportó.
Fue cada vez que la ridiculizaron delante de todos.
Fue cada lágrima que derramó a escondidas.
Fue cada día en el que le hicieron sentir que no merecía existir.
Lucía no fue la primera.
Y si no hacemos algo, tampoco será la última.
Cada año, miles de niños sufren en silencio.
Cada año, cientos de familias quedan destrozadas para siempre.
Cada año, el acoso escolar cobra más víctimas.
Niños que hoy se sienten como se sintió Lucía.
Niños que hoy están llorando en el baño de su colegio porque no pueden más.
Niños que esta noche se dormirán deseando no despertar mañana.
Y el mundo sigue girando.
Pero esta vez no.
El domingo 16 de marzo, a las 12:00, desde Playa Martiánez hasta el Muelle de Puerto de la Cruz, marcharemos en silencio.
Por Lucía.
Por cada niño que sufre lo que ella sufrió.
Por cada familia que lucha contra un monstruo que parece invisible, pero que está ahí, devorando vidas, destruyendo sueños.
Por cada vez que se ha llamado “cosas de niños” a lo que realmente es violencia.
Por cada oportunidad perdida de haber detenido el sufrimiento de un menor.
Por cada voz que fue ignorada hasta que se apagó para siempre.
Porque el acoso escolar es violencia.
Porque el acoso escolar asesina.
Porque Lucía no tenía que morir.
Y porque no podemos permitir que haya otra Lucía.