Elia Tralará: “Los cuentos tradicionales son entes vivos y en continua evolución”

La cuentista segoviana Elia Tralará acude por vez primera al festival de Agüimes (1)

La narradora y actriz segoviana participa en la 34º edición del Festival Internacional de Narración Oral ‘Cuenta con Agüimes’ que concluye el día 26 de enero

La narradora y actriz segoviana Elia Tralará es una de los cinco cuentistas que forma parte del cartel de la 34º edición del Festival Internacional de Narración Oral ‘Cuenta con Agüimes’ que se celebra en el citado municipio de sureste de Gran Canaria hasta el día 26 de enero. Tras mucho tiempo formándose en teatro, clown y la narración, en 2012 salta definitivamente a los escenarios para contar sus historias, actividad que combina como miembro del grupo Elia & Uxía que forma en 2017 junto a la multinstrumentista y cantante Uxía López, con la que ha producido varios montajes que combinan narración oral y música en directo con los que ha recorrido más de un centenar de ciudades de la España rural, sobre todo.

Elia Tralará es la primera vez que acude al festival de Agüimes, el más veterano de cuantos se celebran en el país. “Haciendo un símil con la cocina, lo imprescindible es tener una buena materia prima, un buen chuletón o un tomate de la huerta que, con poquito que le pongas, ya está rico, aunque a veces una salsa realza su sabor”, explica refiriéndose a la naturaleza de los cuentos. “En el caso de la narración oral la materia prima sería tener una buena historia, que te apetezca mucho contar, que esté bien trabajada, que la tengas interiorizada, que la hayas hecho tuya y que seas capaz de narrarla del derecho y del revés. Esto y cuidar al máximo la comunicación con el público, que la escucha por ambas partes sea exquisita, es la base. Hay personas que narran sentados en una silla, sin mover prácticamente un músculo, sin hacer aparentemente nada especial y te hacen morirte de risa o emocionarte hasta la lágrima”, explica la narradora, que pertenece a dos de las asociaciones más activas del sector: la Asociación de Narradores Orales Profesionales de España (AEDA), donde trabaja en el Grupo de Artes Escénicas, y la Asociación Madrileña de Narradores Orales (MANO).

Imaginar los propios personajes

En los cuentos lo ideal es que “cada espectador se monte su propia película e imagine sus propios personajes”, comenta la cuentista que, por lo general, crea un hilo conductor en todas sus sesiones tanto orientadas a peques como para adultos. “Me gusta que tengan un sentido global, una coherencia. Por eso casi siempre hago un guion, que puede ser flexible, para meter un cuento u otro en función del público o el espacio. Pero no suelo ir a contar mis cuentos estrella y que no tengan nada que ver el uno con el otro”, dice.

Sus reflexiones alrededor de la narración oral las escucharemos en la mesa redonda en la que participa junto a Félix Albo y Cristina Temprano el día 25 en el Teatro Municipal de Agüimes, así como sus historias, que en el mismo recinto contará en el acto colectivo que cierra el festival a las 12:00 horas y en el que estarán presentes Cristina Temprano, Félix Albo, Maricuela y Romer YPunto.

Cree que “con respeto, delicadeza y sentido común” se puede contar prácticamente de todo y estima que “la tecnología, que tiende a aislarnos, está haciendo que lo comunitario, lo primario, lo pequeño, actos tan humanos como contarse historias, tengan más valor que nunca”.

Elia Tralará asegura que la narración oral en edades tempranas es una herramienta para la educación y el fomento de la lectura, aunque “deberíamos también saber desligar los cuentos de la animación lectora. Los cuentos contados tienen valor en sí mismos, más allá de cualquier uso instrumental. En primer, lugar porque escuchar o contar por contar, sin otro objetivo, es un placer y algo profundamente humano, como he mencionado. Dicho esto, está comprobado que un niño o niña que ha escuchado cuentos, nanas, retahílas a temprana edad, tendrá más facilidad para aprender a leer y a escribir, y que los cuentos invitan a la lectura, pero deberíamos que tener en cuenta que tan importante es desarrollar competencias de lectoescritura como enseñarles a escuchar, a expresarse correctamente, a imaginar otras realidades, a entrar en el juego y la diversión que proporcionan los cuentos”, asevera.

Rica tradición española

Lamenta que, por lo general, en las familias ya no se cuenten cuentos y cuando se hace, se haga a muy tempranas edades y contando álbumes con historias contemporáneas o con cuentos tradicionales que han llegado a nosotros por el cine o, en el mejor de los casos, a través de recopilaciones de los Grimm o Perrault. “Pero la tradición española de cuentos es muchísimo más rica y viene de siglos atrás. Hay cuentos que se contaban hasta mediados del siglo pasado prácticamente por toda la geografía y eran tremendamente populares y antiguos como Blancaflor, Juan El Oso, El herrero y el diablo, Las tres naranjitas del amor, El gallo Kiriko… En cada lugar además existían distintas versiones de estas historias y cada persona que narraba, al transmitirla, hacía la suya propia. Toda esta riqueza de los cuentos, por supuesto, se pierde cuando se dejan de contar porque los cuentos tradicionales son entes vivos y en continua evolución. Llevan siglos de boca en boca, adaptándose a los tiempos y manteniendo su esencia a la vez. Están tan depurados por este trasiego, que hoy siguen funcionando”.

Sobre el constructo moralizante de algunas historias explica que “hay buenas historias que terminan en moraleja, como algunas de las fábulas de Esopo, por ejemplo, porque hay gente que necesita aferrarse a mensajes claros. Siempre han existido los cuentos aleccionadores o adaptados a la moral de la época, pero los mejores cuentos son los polisémicos y abiertos, en los que cada cual puede sacar la lectura que necesita. Eso sucede con los cuentos tradicionales, que funcionan a nivel simbólico, más allá de la literalidad. El problema es que actualmente muchos adultos hacen una lectura “literal” y descontextualizada (no así los niños y niñas) y se llega a absurdos como que se quieran retirar de una biblioteca escolar los ejemplares de Caperucita por reproducir “patrones sexistas” o que se cambie la palabra “gordo” en los libros de Roald Dhal”, concluye la narradora.