Entrevista a MARTA GUERRERO, historietista
12 de enero 2025
“En ‘El Víbora’ había muchas grandes estrellas y pocas páginas para tanto autor bueno”
“Siempre he tenido el problema de que en Barcelona era una autora de Madrid y en Madrid de Barcelona”
“Estoy un poco harta de que se relacione a la Movida con la política, en realidad fue un movimiento de adolescentes con ganas de hacer cosas”
En la figura de la dibujante Marta Guerrero se da la inusual circunstancia de que vivió en primera línea y fue protagonista de los dos movimientos culturales más radicales de España de las últimas décadas. Con apenas 15 años formó parte de lo que se llamó la Movida madrileña y poco después se fue a vivir en una Barcelona marcada todavía por la contracultura, donde se integró perfectamente, permaneció 33 años y desarrolló una carrera en revistas como El Víbora. Aún recuerda el día en el que aceptaron publicar un trabajo suyo por primera vez titulado, Los sonidos del Morbo, pero también lo que costaba que cada cierto tiempo se repitiera ese pequeño-gran milagro de sacar a la luz aquellas historias de una página. Con el tiempo se ha reconocido su trayectoria, por ejemplo, con la exposición que en 2022 el Museo Reina Sofía dedicó a las pioneras, como Laura Vendetti, Isa Feu y ella misma. De esta manera han pasado a convertirse en una especie de santa trinidad femenina del cómic en su versión más irreverente. La autora explica sus comienzos en unos tiempos tan ajetreados y convulsos como los años ochenta.
-Dentro de toda la inquietud que tenía me gustaba mucho dibujar. Ya conocía a El Víbora que salió cuando todavía estaba en el colegio, junto con otras muchísimas publicaciones de aquellos momentos. No exagero si digo que te podías encontrar en los kioscos hasta veinte revistas de distinto estilo, como Heavy Metal, Creepy, Rambla, Cairo… Con toda esa documentación gráfica me entusiasmé con la idea de contar historias y hacer cómics, después de haberlo probado a nivel amateur con mis propios fanzines.
-Estudiaste en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, pero por lo visto no fue ese el lugar en el que realmente aprendiste a dibujar.
-No aprendí nada, me pasaba el tiempo mirando escaparates de camino a la escuela y después montándolos, no solía ir mucho a clase, me quedaba en los cafés dibujando cómics y fanzines sobre lo que vivía en esos momentos, porque era lo que me llenaba. Y claro, cuando conocí a una generación mayor que yo me di cuenta de que realmente dónde iba a formarme en Barcelona, no en Madrid. En El Víbora aprendí a entintar una página, poner tramas, colorear, guionizar y estructurar una historia, todo lo que sé y ahora estoy enseñando como es el complejo lenguaje del cómic. Eso no se aprende en ninguna escuela y de hecho incluso hoy en día hay muy pocas en las que expliquen la forma de hacer cómics, novela gráfica o como lo quieras llamar. Hablamos de una disciplina relativamente nueva del arte que surge al mismo tiempo que el cine y que es muy popular por lo que a veces también se la descalifica. Pero en Barcelona casi ninguno de los dibujantes tuvo una formación académica.
-¿Y cómo explicarías el Madrid de los años de la conocida como Movida? Término que no todo el mundo acepta.
-Pues diría que era bastante convulso. En el documental de una hora de duración, De un tiempo libre a esta parte realizado por Beatriz Alonso Aranzabal se retratan muy bien estos momentos También acaba de salir un libro que se llama La Contramemoria de Maritxu Alonso sobre los grupos de mujeres en el punk de distintas generaciones. Luego en alguna entrevista se repasa a ese Madrid más desconocido, porque siempre se habla de los mismos personajes y el mismo relato. Lo de la Movida fue una etiqueta que no quiero ni mencionar porque las etiquetas me ponen muy nerviosa. Pertenezco a la generación del punk, que justo se liberó después de la dictadura y comenzó a vivir la democracia. Digamos que era una adolescente igual a la de cualquier grupo de chicas que vivía un momento con muchas ganas de manifestarse creativamente. Entonces ya no había esa censura recalcitrante, así que estábamos como pollos que acaban de liberar del corral y la consecuencia es que nos juntamos un montón de movimientos entre ellos el punk, con el que me sentía más afín.
-Entonces en tu caso se puede decir que fuiste bastante precoz.
-A los quince años ya había creado mi grupo de música, publicado, mi propio fanzine y cómics… todos con una temática que entonces no interesaba y que reflejaba nuestro tiempo y sin meternos en política. A lo más que llegamos fue a reivindicar la anarquía, como filosofía de nuestro movimiento Punk.
-Precisamente siempre se ha dicho que la Movida estuvo apoyada por ciertos sectores políticos.
-Eso me gustaría puntualizarlo un poquito. Vengo de ahí, se ha hablado tanto de lo mismo y muchos personajes lo repiten, repiten y repiten y al final parece que es así y por eso quiero dejar testimonio de lo que ocurrió realmente. Por ejemplo, en el libro y el documental que he mencionado, se explica aquel contexto. Lo cierto es que fue un movimiento que surgió por la influencia de otros evidentemente, porque todo en el mundo tiene unas referencias, pero que en realidad era algo generacional que impulsó una adolescencia vibrante que tenía ganas de ponerse al día después de todos esos años de atraso. Pero no fue nada mediatizado por la política, simplemente que como siempre los políticos se aprovecharon de aquella generación conocida como baby boom y de ese fluir masivo de gente con ganas de crear. No tiene nada que ver una cosa con la otra. El movimiento fue primero y ese bullir estuvo provocado por la misma esencia de los adolescentes. Nadie lo generó, lo generamos nosotros.
-Pareces un poco molesta con que se les haya vinculado con la política.
-Estoy un poco harta porque entonces yo tenía muchísima inquietud, estaba estudiando Artes y Oficios, hacía mis primeros pinitos en el teatro y en el cine con gente como Jorge Berlanga, intentaba dirigir mis propias obras, participaba en decorados para grupos… En aquellos tiempos Madrid era muy pequeña y te encontrabas con un montón de personas que tenían la misma inquietud, en los conciertos, en el cine, museos… saliendo ya de las calles se abrió el Rockola, que fue un centro neurálgico que nos aglutinó a todos, nos daba cancha para hacer nuestras cosas y se convirtió en un lugar donde poder crear desde la base en la música, moda o en las obras de teatro. Con Berlanga, participé en el Rockola en el Hombre que Mató a Pablo Picasso y ahí fue donde conozco a Paloma Chamorro y a Pedro Almodóvar pero digo esto sin meterme en etiquetas porque no fui una chica de nadie, ni nada parecido. Estaba allí y era un elemento más de todos los muchos que conformamos aquel movimiento y sin los que éste no hubiera existido.
-¿Crees que la Movida desapareció por esa supuesta politización o que realmente nunca existió como dicen muchos de los que vivieron aquellos años?
-Todo lo que se etiqueta tiene una limitación. Entonces puedes ponerle un nombre a un movimiento generacional que es lo que en realidad fue, como tantos otros que ha habido en la historia de la humanidad, que suelen coincidir con esa etapa de la juventud y que surge cuando se dan unas condiciones especiales. En nuestro caso que acababa la dictadura, empezaba una supuesta democracia o como la queramos llamar pero al fin tenías una serie de libertades. En ese contexto, después de vivir la infancia en la dictadura con un desconocimiento prácticamente total de lo que pasaba en el mundo, de pronto es como si se abriera la caja de Pandora y tuvimos la oportunidad de vivir todo eso de lo que nos privaron. Había que ponerse al día y hacerlo muy deprisa, experimentar todas esas tribus y movimientos como el punk, el rock o los mods que iban a una velocidad de crucero. Todo sucedía a la vez. No es que se creara una Movida, sino que simplemente surgió algo que propicia un determinado movimiento dentro de un contexto histórico. Podemos hablar de una generación, no de una etiqueta. De eso ya se encargan los políticos, la prensa, los programas de televisión o radio, porque necesitan alguna manera de calificarlo y situarlo en el mapa. Pero nosotros no creamos ninguna Movida, simplemente nos sentíamos gente que vivía su momento. Nada más y luego todo eso desaparece, igual que pasa la vida y cuando creces ya no tiene sentido seguir con lo mismo, aunque permanezca un cierto espíritu. Entonces llega otra generación que toma el relevo y que en nuestro caso fue la de los noventa, cuando ya habíamos evolucionado, aprendido e integrado todas esas experiencias.
-En aquellos tiempos Madrid destacó principalmente por los grupos musicales.
-La música fue la base fundamental, al igual que en otras ciudades como Barcelona lo era el cómic aunque por supuesto también había música, allí y en otras muchas ciudades. La radio y la tele nos dieron a conocer lo que ocurría musicalmente en el resto del mundo y aunque llegaba a todos lados, se centralizó más en Madrid. Teníamos prisa por recuperar el tiempo perdido y ponernos al día con otros movimientos que habían empezado diez años antes. Entonces yo vengo de un Madrid con muchas ganas de manifestarse creativamente, como un montón de chavales y chavalas de mi edad que hacíamos fanzines y teníamos grupos de música. Yo estaba en uno de chicas que se llamaba Las Brujas, con el que ahora esperamos sacar una maqueta para dejar constancia de que existimos. En mi caso además tenía la influencia de mi madre que era artista y por eso existía la conciencia de que las mujeres debían tener una representación en el mundo del arte, que fueran reconocidas y no nos consideraran simplemente algo anecdótico.
-Al haber vivido los dos movimientos contraculturales más importantes de España en Madrid y Barcelona te conviertes en una autora básica para explicar lo ocurrido.
-Claro, claro. Sin ser consciente de ello, tenía ese lazo. En mi adolescencia conocí en Madrid a personajes como, Carlos y Jorge Berlanga, Paloma Chamorro, el fotógrafo Alberto García Alix o el dibujante Ceesepe, que también tuvo mucho contacto con Barcelona. Eran personas que te encontrabas en el Rastro los domingos o en la entrada de los cines de doblete y te hacían fotos, hablabas… te conectabas. No era nada preparado ni edulcorado, sino algo fresco que surgió naturalmente y que con el tiempo queda como testimonio y se empieza a valorar. Pero nosotros lo vivíamos como: “Ah bueno, una mañana en el Rastro” y te encuentras con no sé quién después de pasar una noche por ahí y luego vas al cine. Era el bullir de la ciudad que yo viví.
-¿Tienes nostalgia de esa época? ¿Qué te parece comparada con la actual?
-Si me pongo a comparar me siento una de esas abuelas para las que siempre los tiempos pasados fueron mejores. Pero simplemente es lo que viví y ahora me sorprendo positivamente de que haya un montón de gente escribiendo libros y hablando de ese momento. Es muy dramático y muy enfermizo, pensar que vas a estar permanentemente viviendo siempre lo mismo, cuando lo cierto es que tus amigos se hacen mayores y se mueren después de dejar su legado. Me siento satisfecha de seguir viva para verlo y contárselo a mis nietos.
-¿Te sientes un poco superviviente de todo aquello?
-Sí, somos supervivientes pero todas las generaciones lo son porque nuestros abuelos sobrevivieron a una guerra, a la posguerra, al franquismo. Las actuales se enfrentan a la falta de trabajo, de viviendas, enfermedades… Entonces no quiero colgarme medallas por sobrevivir. A todas las generaciones les toca un cielo y un infierno. No es fácil para nadie. Y además la dificultad también te hace sentir más vivo porque una vida sin problemas, obstáculos o resistencias, no tiene mucho interés.
-¿Coincides con otros autores en que la contracultura de Barcelona era más bestia y que la Movida se trataba de una cuestión más bien estética?
-A mí las comparaciones me parecen un poco absurdas. Primero porque cuando surgió el underground en Barcelona yo todavía iba al colegio y me inspiraban más los cómics americanos como los Freak Brothers. Como he dicho, para mí Madrid tiraba más por la música, en Barcelona había otros grupos pero yo me identificaba con las bandas inglesas. En aquellos tiempos ir por las calles de Madrid vestida de punk era toda una provocación, al igual que ocurrió lo mismo en Barcelona unos años antes cuando Nazario y Ocaña iban vestidos de mujer por las ramblas.
-El nombre de underground no es casual y también se utilizó en Madrid.
-El Metro era nuestra red de conexión que nos permitía encontrarnos en varios puntos de la ciudad, entre ellos Malasaña, donde confluía gente de muchos barrios, de diferentes clases y escalas sociales que teníamos la misma vibración y un nexo común. Todo era: “¡Voy a escuchar música, a saltar, a hacer un fanzine, a formar un grupo, voy a expresarme y divertirme!”. Ese fue nuestro hilo conductor, el metro es el underground urbano de nuestra generación. Como decía una canción de Kaka De Luxe, “¡Viva el Metro Viva el Metro que lo suban más y más!” Nosotros nos colamos muchas veces.
-¿Se podría decir que en Barcelona había más influencias americanas y en Madrid inglesas?
-Más o menos sería algo así. Pero en Barcelona también había mucha conexión con Francia por la cercanía y luego estaban los barcos que venían de todo el mundo. Madrid era una isla rodeada de tierra por todas partes. A mí me gustaba el punk inglés, esa provocación y tenía amigos que preferían a los grupos americanos como Ramones, Blondie o Dead Kennedys y otros que cuando vieron la película Quadrophenia se inspiraron y formaron parte de las hordas de mods. Aunque luego a los tres meses ya había otra cosa porque todo iba muy rápido. De cualquier manera pienso que los años que viví en Barcelona fueron muy, muy intensos.
-¿Cómo tomaste la decisión de dar el salto a Barcelona?
-Fue en 1983 cuando conocí a Alfredo Pons que era un autor de la revista de cómic El Víbora y que ya tenía como tres años de rodaje. Siempre había sido muy admiradora de Pons y de Martí. Incluso había adaptado una historia de Martí y Onliyú, llamada, Contacto en Spielglass que hicimos en el Rockola. Los conocí en una exposición en el Círculo de Bellas Artes titulada La Perpetuum Mobile que trajo una muestra a Madrid de todos los autores de El Víbora, con motivo del homenaje a Eduardo Benavente, líder del grupo Parálisis Permanente que había fallecido en un accidente de tráfico. Me puse en contacto con ellos aprovechando que estaban de visita en Madrid y les pedí dibujos para el homenaje a Eduardo Benavente. Entonces conocí a Pons y en un arrebato de admiración, amor y un montón de cosas más decidí ir a Barcelona y allí tuve a mi hija Selva y estuve 33 años aprendiendo la profesión. Primero empecé como coguionista, transcribiendo guiones y como Pons además veía mi destreza con el entintado me convertí en entintadora, tramista, colorista y asistente de guiones.
-¿Recuerdas tu entrada en El Víbora? Supongo que no resultaría fácil.
-Empecé a hacer mis primeras historias de una página para ellos animada por Pons, Los sonidos del Morbo y sí, fue bastante complicado porque allí había muchas grandes estrellas y pocas páginas para tanto autor bueno. Pero al final conseguí que de vez en cuando me permitieran publicar.
-Supongo que no olvidarás el día en el que te aceptaron en El Víbora.
-Recuerdo cuando me aceptaron la primera página después de presentar otras muchas y un montón de guiones a través de Pons y de haber tenido éxito haciendo de coguionista con Las Internas. En aquellos tiempos se aprobaba página a página y tenías que esperar a que hubiera un hueco. Así que me acuerdo de cuando me aceptaron pero también lo difícil que era publicar.
-¿Te adaptaste fácilmente a Barcelona? Una compañera tuya de El Víbora, Isa Feu que es una catalana militante, resalta lo bien que hablabas esta lengua.
-A ver, si estás en una tierra viviendo y conviviendo con la gente que habla ese idioma es obvio que lo tienes que aprender, de lo contrario sería una falta de respeto. Decidí irme a vivir a Barcelona porque en 1983 para mí Madrid estaba quemada, a parte de que hubo un antes y un después de la muerte de Eduardo Benavente que significa un punto de inflexión. Siempre la desaparición de un héroe o de un mito te marca y más a esa edad. Entonces fue conocer a Pons y ver que podía tener una salida en Barcelona porque en Madrid el tema gráfico estaba muy pobre.
-¿Cómo viviste formar parte de ese pequeño grupo de autoras en aquellos tiempos?
-No había mujeres pero como en todo, en la música, en el arte… No las había en nada. Me encontraba con alguna colega que tenía mis mismos gustos cuando comencé a coger el metro y desplazarme, porque en mi entorno no había ninguna. Por eso siempre andaba con chicos mayores a los que les gustaba la misma música y otro tanto con los tebeos. Los amigos de mi hermana fueron los primeros que comenzaron a traer cómics adultos a casa y por eso hablaba con ellos porque siempre me han gustado los cómics desde muy pequeña. Cuando empecé mis referentes eran Purita Campos, Nuria Pompeia, Marika Vila… entonces me di cuenta de que había mujeres dibujantes. Eso fue lo que me animó un poco a pensar que era posible pero sabiendo que debía currármelo y demostrar que era una profesional, que no podía vender cualquier cosa y estaba obligada a ser la mejor si quería que me publicaran. Y sobre todo estaba Pons y los dibujantes de El Víbora que siempre me motivaron un montón.
-Supongo que te serviría de apoyo que hubiese más mujeres en la revista, aunque fueran pocas.
-Una de mis referentes era Isa Feu a la que empecé a leer cuando estaba en el colegio y que me encantaba porque hablaba de mujeres. Eso se lo digo muchas veces. También me gustaba el estilo de Laura Perez Vendetti que había colaborado con Pons. Él apoyó a muchas mujeres que dibujaron sus guiones.
.-Precisamente, Isa Feu se lamentaba de que incluso en un sitio como El Víbora había machismo, no por parte de los compañeros pero sí de los editores.
-Te diré que todavía hay una generación muy progre y se supone que muy de izquierdas y tal que es tremendamente misógina y machista, tanto en El Víbora como en muchos lados. Eso lo viví con mi madre que era artista plástica de la generación de los años sesenta y setenta y que fue una de las primeras en llevar a un grupo de mujeres artistas por toda Europa y siempre les decían que eran pintoras de fin de semana cuando acababan las tareas del hogar. Fui madre muy jovencita, a los veinte años y tuve que cuidar y criar a mi hija y además intentar publicar. Solo podía ser artista cuando tuviera tiempo libre. Los compañeros nos apoyaron mucho pero es cierto que los editores en general nos tenían un poco para cubrir la cuota, para que hubiera una chica que escribiera sobre chicas. Ese título a nosotras nos hunde porque somos un nombre y apellido, personas que hacen arte, independientemente de que seas mujer y a las que se debe tratar igual que a un hombre.
-¿Crees que hay una involución en lo referente a la lucha de las mujeres?
-Se ha conseguido mucho, sobre todo la generación de mi madre consiguió muchísimo pero la de ahora creo que está un muy confundida. Hay una especie de interés en polarizar y confundir porque feminismo no es lo que se vende y se está sacando todo un poco de madre.
-¿Y no será esa la causa de que esté surgiendo también todo lo contrario?
-Claro, polarizar siempre interesa. Quizás sea algo un poco conspiranoico pero se busca crear el enfrentamiento, como ocurre entre Madrid y Barcelona, algo que en aquella época no existía.
-¿Te consideras una autora catalana, madrileña o las dos cosas a la vez?
-Mira, siempre he tenido problemas con eso porque en Barcelona era de Madrid y en Madrid de Barcelona. Por ese lado no me ha ido nada bien y además me lo han dicho profesionales que prefiero no nombrar. No tengo ninguna culpa; nací en Madrid y me fui a vivir a Barcelona, no veo cuál es el problema. Soy de los dos lugares y de ninguno. Inclasificable mejor.
-Fuiste una de las autoras elegidas para una exposición en el museo Reina Sofía hace algunos años en la que se reconoció el papel que jugaron en su momento.
-¡Sí, qué bien! Fue algo muy bonito. Me pareció maravilloso, un sueño que no me lo podía ni creer. Me parece que es algo que se debe extender también a otras artistas anteriores. Todavía falta por reivindicar a las creadoras de las generaciones de los años sesenta y setenta que han quedado olvidadas. A nosotras como dibujantes nos han puesto en nuestro lugar y estoy encantada. La exposición estaba muy bien montada.
-¿Sigues creando o te has centrado en tu labor de profesora?
-Sí, sigo. Doy clases de narrativa gráfica y los alumnos están encantados porque descubren que el cómic es otra cosa a lo que ven en televisión o las redes, que no es una serie de viñetas sino que hay toda una estructura detrás, un esqueleto que se debe montar para contar una historia en secuencia de imágenes. Una obra de ingeniería. Y luego ahora mismo estoy trabajando con científicos en revistas especializadas, he hecho ilustraciones para etiquetas de vinos, sobre todo los de Terras Altas que son excelentes. Además, colaboro con un profesor de medicina china para explicar lo que hace a través de un cómic y acabo de terminar un encargo de la embajada de España en Vietnam sobre poetas españoles que han escrito de este país. O sea que estoy en activo. En 2017 hice un corto de animación que se llama El Mago que tuvo bastante recorrido y tengo proyectos de dirigir más. Todo muy experimental. Creo que soy un poco lo que hago en cada momento.
-Ya que estás en contacto con las nuevas generaciones ¿Hacia dónde crees que avanza el cómic?
-Una parte está muy colonizada por el manga, contra el que no tengo nada pero creo que los japoneses ya lo hacen estupendamente. Nos han colonizado sin darnos cuenta y venden su producto a mansalva en nuestro país. Eso ha hecho perder a muchos posibles buenos dibujantes que están imitando algo que realmente no les corresponde. Pero también al mismo tiempo ha ayudado a atraer a más lectores al cómic. Lo interesante es que está surgiendo una fusión entre cómic oriental y occidental. Después hay muchos autores que se ven obligados a marcharse a Estados Unidos para trabajar con las grandes multinacionales porque es donde pueden ganarse el pan y otros a Francia. Y unos poquitos que trabajan para las empresas de superhéroes desde nuestro país. Luego están también grandes autores y autoras que en el formato novela gráfica crean grandes obras que abarcan muchos temas; históricos, sociales, experimentales…