Entrevista al fundador y exdirector de la revista La Luna de Madrid

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09 de marzo 2025

Borja Casani, exdirector de La Luna de Madrid:

“Desde La Luna reivindicamos el cómic y la fotografía frente a las consideradas artes mayores”

“A lo mejor estamos ante una derrota generacional y no conseguimos convencer de que es mucho mejor ser libres que gilipollas”

“Ahora hago lo mismo pero de una forma muchísimo más tranquila y siendo consciente de que el mundo ya no nos necesita”

En el mundo de la cultura hay personas que resultan fundamentales pero no son tan visibles ni reconocidas porque se mueven entre bambalinas con pies de paloma. Por ejemplo, Borja Casini, un madrileño nacido en 1952 que a lo largo de su vida ha ejercido de director de revistas como La Luna de Madrid, que se convirtió en la biblia de la llamada movida. También estuvo al frente de Sur Exprés, la Galería Moriarty o una productora de discos que editaba trabajos de flamenco y jazz. A estas alturas todavía sigue barruntando proyectos sin nostalgia alguna por lo ya hecho, más allá de la importancia que le demos los demás. Él mismo explica cómo era su vida antes de la aparición de La Luna, momento en el que según todas las biografías se sitúa su casilla de salida al mundo del arte.

-Primero estuve trabajando en la empresa Fiat, a principios de los ochenta empezamos con la galería Moriarty y a partir de ahí junto con un grupo de amigos hicimos La Luna de Madrid.

-La revista se convirtió en uno de los principales referentes de la movida madrileña.

-Más bien digamos que era la más gorda, la que tenía más contenidos, la que más explicaba cosas de aquel mundo y era más combativa. No es que estuviera exclusivamente centrada en el arte.

-¿Y qué importancia le daban al cómic? Bastante por lo que se ve.

-Sí, en realidad se convirtió en una reivindicación de las artes más populares por las que entonces no se tenía mucho respeto como la fotografía, el dibujo frente a la pintura, el cine,  o las culturas consideradas mayores y realmente importantes. Nuestra reivindicación era un poco fomentar las populares, las que estaban al alcance de la gente. Era más fácil sacar una fotografía que hacer una película, evidentemente. Hubo una batalla entre el arte mayor y el menor que hoy se ha superado pero que en aquel entonces supuso una discusión importante sobre si la fotografía o el cómic eran peor que las consideradas por todo el mundo  como las siete artes.

-Supongo que entonces le sorprenderá cómo ha evolucionado esa percepción del público y los críticos sobre la importancia del cómic o la fotografía.

-Era algo natural superar la diferencia entre el arte y la cultura popular, digamos entre lo que a la gente le gusta y a lo que puede acceder con naturalidad, sin imposiciones. Es como la música que cada uno escucha y luego elige lo que le gusta o no

-De usted dicen que es autor, periodista y director. ¿Lo de autor en qué sentido sería?

-La verdad es que no soy autor, lo que pasa es que cuando trabajas con autores te acaban llamando también de esa manera. A lo que me he dedicado fundamentalmente es a trabajar con artistas pero yo no he necesitado serlo debido a que me he encontrado con muchísimos.

-¿Qué significó La Luna en su momento?

-Eran los tiempos en los que las revistas se vendían en los kioscos, se hacían manualmente, tenían una parte de artesanía muy importante, eran accesibles a todo el mundo por el precio y suponían una vía para conocer lo que estaba ocurriendo en el arte, en la cultura en general o en el terreno social. Una revista siempre es algo que queda, que permanece, la dejas encima de una mesa, viene alguien y la sigue leyendo. Digamos que aquello tenía más vida y servía como punto de unión entre la gente, un lugar que ahora ocupa el periodismo online.

-¿Qué diferencia tenía La Luna con Sur Exprés que también dirigió?

-La Luna era una revista centrada en Madrid, que reivindicaba una ciudad diferente a la del franquismo, oscuro, centralista y con muy mala prensa. Ser madrileño era una cosa horrorosa y nosotros reivindicamos que aquí había gente interesantísima, que pasaba totalmente de Franco. Mientras que Sur Exprés era una publicación que miraba al exterior, a lo que se estaba haciendo afuera, en otros países. Había que ponerse al día porque llevábamos un retraso de cuarenta años, debíamos avanzar muy rápido y por eso hicimos un gran esfuerzo.

-Pero según los puristas de la movida digamos, cuando usted crea La Luna, ésta ya había desaparecido.

-Eso es lo de menos, la movida tuvo muchas erupciones a lo largo del tiempo. Podía hablarse de un grupo específico y reconocible como Almodóvar, Alaska, Carlos Berlanga, Ceesepe… Pero ese sería un planteamiento reduccionista porque en realidad fue un movimiento que se produce tras el franquismo, como digo para ponernos al día de alguna manera, con una gran ilusión por parte de todos para reconocernos y aceptarnos. Es cuando aparece el mundo gay o el de las mujeres. Debemos pensar que veníamos de situaciones muy desagradables previas en las que prácticamente estaba prohibido todo, en el que la mujer era una subsidiaria del hombre. Un tipo de cosas que finalmente se logra superar con gran esfuerzo, que no se limpia tan fácilmente y cuesta mucho ponerse al día tanto social como culturalmente.

-Supongo que entonces verá como una triste ironía que ahora algunos jóvenes quieran volver a todo aquello.

-El mundo es así de absurdo. Cuando lo piensas te das cuenta de que a lo mejor estamos frente a una derrota generacional y  no conseguimos convencer a la gente de que es mucho mejor ser libres que gilipollas

-¿Usted forma parte de quienes aseguran que en realidad nunca existió la movida?

-La movida sí existió evidentemente, como un movimiento social, cultural y artístico.

-¿Cree que estuvo politizada?

-Siempre que una cosa tiene éxito, la política intenta hacerse cargo de ella y decir que ha triunfado gracias a su apoyo porque lo están financiando y todo eso. Pero vamos que es algo absolutamente incierto. La política nunca se refiere a la realidad de la vida, únicamente se centra en sus propias luchas entre ellos y no tiene nada que ver con lo que ocurre en la calle.

-¿Cómo vieron desde Madrid el underground barcelonés? ¿Qué coincidencias o diferencias había?

-En aquellos tiempos Barcelona era como la Nueva York de la Península. Un sitio que molaba, donde sucedían las cosas interesantes. Digamos que estaban en contacto con Europa y era un mundo bastante más liberal, accesible y tolerante, por lo que se convirtió en una especie de faro para nosotros. Los cómics y la música nos llegaban de allí, primero pasaban por Barcelona y luego venían a Madrid o se quedaba por el camino. La movida nació en Barcelona y si se estropeó de alguna manera la relación que teníamos con los artistas de allí fue por intereses políticos ajenos al mundo del arte. Y en el caso de Canarias desconozco lo que ocurría, supongo que todo sería aún más complicado.

-Pues no le puedo decir porque yo estaba estudiando en Madrid pero no creo que pasara gran cosa. ¿Se podría decir que más  bien lo de Madrid fue como un relevo dado que el underground comenzó antes?

-Sí, venía un poco del cine, de las historietas de cómics y los escritores pasotas americanos beatniks, de las drogas y el rock and roll. Barcelona estaba más cerca del mundo que Madrid. De alguna manera fue un relevo y la verdad es que lo cogimos con un entusiasmo insólito

-¿Sería acertado decir que en Madrid hubo más música y en Barcelona más cómic o que Barcelona tiraba por Estados Unidos y ustedes por Inglaterra?

-En aquellos tiempos nadie tenía dinero para viajar, o sea que quienes lo hacían era gente de clases sociales que se lo podían permitir, de hijos cuyos padres los mandaban a estudiar a América o a Europa y ellos eran los que nos traían la información en forma de discos, libros, cómics, cosas de interés… Porque realmente vivíamos en un mundo aislado que desconocía lo que ocurría afuera, apenas estaba Radio Nacional de España (RNE). Pero no creo que tuviéramos aquí más influencia inglesa o americana, sino que dependíamos de quienes nos traían la información porque tenían dinero y todo eso o bien entró por Barcelona o por Madrid.

-También está su faceta como productor musical, curiosamente de jazz y de flamenco, que no tiene mucho que ver con la movida.

-A mí la movida me interesa en la medida en que fue una etapa de mi vida pero en general yo he trabajado con todo tipo de artistas, en diversas clases de producciones, entre ellas musicales o editoriales. Aquello ocurrió cuando tenía entre 20 a 30 años pero luego lógicamente no vas a seguir haciendo lo mismo y entonces efectivamente empecé a hacer producciones discográficas en formato de discos-libros  que estimulaban bastante a la gente y gustaban. Luego surgió el pirateo y se dejaron de vender discos, por eso los discos-libros se convirtieron en un objeto más completo en la medida en que ya no te centrabas sólo en la música  sino en todo el concepto.

-¿Ya ha dejado esa faceta de productor?

-Sí, pero más que como productor profesional, en realidad intentábamos conseguir dinero para publicar música, algo que hoy está bastante desasistido. La figura del que se dedica a comer el tarro a otros para que produzcan cosas y que no pertenecían a la industria convencional.

-¿Y el proyecto El Estado Mental esta vez en redes, con el llamativo lema, Otro Mundo es Imposible?

-Ante la gran crisis de la primera década de los años dos mil, tuvimos que empezar de nuevo y reinventarnos porque todo lo que se había construido, se hundió económicamente y la gente ya no disponía de medios para comprar música o libros porque el poco dinero que tenía lo necesitaba para cubrir necesidades más perentorias, para sobrevivir. Entonces, nos reunimos un montón de gente para analizar lo que estaba ocurriendo y vimos que nos convenía sentarnos un rato para reflexionar, como creo que se debería hacer ahora. La idea era preguntarnos de qué coño está construido este mundo y cuál sería nuestra función dentro de él. Estuvimos como cinco o seis años de bastante felicidad en los que hicimos radio, una revista online, otra física y un montón de aventuras estupendas con gente muy joven, con la siguiente generación que necesitaba medios y oportunidades. Y por edad ahí acabó mi función y también porque había cambiado el mundo y no estoy seguro de que a la gente le interesen las mismas cosas que a mí y ahora les toca a los demás hacer lo que les parezca bien.

-¿Y lo de la galería Moriarty?

-Era un poco el centro de reunión y lugar en el que se recogían y surgían los proyectos. De allí salieron un montón de actividades que normalmente se hacen en las oficinas y que nosotros hacíamos en una galería de arte, lo que siempre me parece mejor. De ahí surgen trabajos que luego se pueden mostrar, enseñar, poner en una película… en lo que se entiende como arte convencional. Moriarty fue el lugar en el que nos encontrábamos y a partir de donde se hicieron un montón de cosas. Allí exhibimos trabajos de los fotógrafos Ouka Lele y Alberto García Alix o pintores como Javier de Juan… gente que se salía de lo convencional y la sala nos servía también para reivindicar las ilustraciones y los cómics.

 

-¿Se atrevería a elegir alguna de sus facetas como la que más le ha gustado, en la que más ha estado a gusto?

-Pues no, porque gustarme, gustarme no estoy seguro de que haya gustado en realidad ninguna. La vida es un esfuerzo, que haces con ilusión, con la potencia que te da sacar ideas adelante, alcanzar objetivos, te imaginas los sueños pero también te preguntas: ¿Si estoy sufriendo haciendo esto qué sentido tiene hacerlo? En verdad se pasa mal, hay apuros económicos, compromisos con gente para sacar proyectos adelante que luego no puedes cumplir. Digamos que tienes un feedback un poco duro, no me disgusta en absoluto mi vida pero tampoco podría decir que sea muy feliz, digamos.

-O sea, que cero nostalgia.

-No hay nada mejor que el día de hoy.

-¿Qué planes tiene para el futuro?

-Sigo haciendo un poco de lo mismo, algunas exposiciones como comisario, fundamentalmente de amigos, editando libros de ciertas cuestiones. Hago lo mismo pero de una forma muchísimo más tranquila, con menos presión y siendo consciente de que el mundo ya no nos necesita para nada.