Estudio afirma que ciudades compactas tienen peor calidad aire y mayores tasas mortalidad
04 de Julio 2024/Agencias
Un estudio de ISGlobal, que ha analizado 919 ciudades europeas, asegura que las ciudades compactas de alta densidad de población, como Barcelona, tienen tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad de aire y un mayor efecto de isla, aunque menos emisiones de gases de efecto invernadero per cápita
La investigación ha sido publicada en The Lancet Planetary Health y ha identificado cuatro configuraciones urbanas básicas en el continente europeo.
Estas cuatro formas urbanas son: ciudades compactas de alta densidad, ciudades abiertas de baja altura y densidad media, ciudades abiertas de baja altura y baja densidad y ciudades verdes de baja densidad.
Los resultados muestran que las ciudades más verdes y menos densamente pobladas tienen menores tasas de mortalidad, menores niveles de contaminación atmosférica y menor efecto de isla de calor urbano pero mayor huella de carbono per cápita.
Por el contrario, las ciudades compactas de alta densidad tienen tasas de mortalidad más altas, menos espacios verdes, peor calidad del aire y un mayor efecto de isla de calor urbano, pero menores emisiones de gases de efecto invernadero (CO2) per cápita.
Las ciudades compactas se caracterizan por una superficie reducida y una alta densidad de población y también de zonas peatonales, además de una densidad moderada de carriles bici y una baja disponibilidad de zonas verdes naturales.
Es la tipología urbana con mayor número de habitantes de Europa, con más de 68 millones de personas, y los ejemplos de esta categoría que menciona el estudio son Barcelona, Milán, París y Basilea.
Las urbes de este tipo tienden a facilitar la movilidad a corta distancia, ya que suelen tener redes de transporte público e infraestructuras para peatones y ciclistas densas.
Las de baja altura y densidad media tienen superficies pequeñas, densidades de población medias y una densidad relativamente elevada de vías para el tráfico motorizado, con una disponibilidad de zonas peatonales, carriles bici y zonas verdes intermedias, en comparación con otros tipos de ciudades.
Bruselas, Dublín o Leipzig son ejemplos de este tipo de ciudades, según establece el estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación la Caixa.
Pisa, Oviedo o Toulouse se encuentran entre las ciudades abiertas de baja densidad estudiadas, que se caracterizan por una baja disponibilidad de zonas peatonales y carriles bici y una disponibilidad moderada a alta de zonas verdes naturales hacia las afueras.
La investigación ha estudiado también a las ciudades verdes de baja densidad, dispersas, que tienen una disponibilidad moderada de zonas peatonales y muchos carriles bici y espacios verdes naturales, como Helsinki, Rennes, Aarhus o Estocolmo.
Tamara Iungman, investigadora del ISGlobal y una de las autoras principales del estudio, ha considerado que, tras analizar más de 900 ciudades de Europa, «creemos que, tal y como apuntan la literatura y los expertos, la ciudad compacta puede seguir siendo el modelo del futuro pero en su configuración actual muestra una baja calidad ambiental y necesita superar importantes retos».
«El potencial para reducir la dependencia del coche, la accesibilidad a pie o el acceso a los servicios y las oportunidades de interacción social son ventajas claras del modelo de ciudad compacta, pero siguen mostrando una elevada presencia del transporte motorizado y una clara falta de espacios verdes», ha añadido.
Por su parte, la coautora del estudio y también investigadora del ISGlobal, Sasha Khomenko, ha afirmado que «los elevados niveles de contaminación atmosférica constituyen un reto particular para las ciudades compactas, hasta tal punto que si se consiguiese reducirlos, también se reducirían las tasas de mortalidad significativamente».
Por su parte, Mark Nieuwenhuijsen, responsable del programa Clima, Contaminación Atmosférica, Naturaleza y Salud Urbana del ISGlobal y autor principal del estudio, ha indicado que hay que aprovechar «el potencial de nuestras ciudades compactas mediante modelos innovadores, como supermanzanas, barrios de bajo tráfico o sin coches, e incorporando alternativas como las soluciones basadas en la naturaleza, incluidas la plantación de árboles o los tejados y fachadas verdes».
El investigador ha considerado «esencial» reducir el uso del coche y apostar aún más por el transporte activo y público.
Nieuwenhuijsen ha precisado que «no existe una solución única para todas las ciudades. Cada una debe realizar estudios específicos basados en sus propias características y diseñar una solución ad hoc para encontrar el modelo óptimo en términos de salud, calidad ambiental y huella de carbono».
El estudio analizó 919 ciudades europeas incluidas en la base de datos Urban Audit 2018, y el área de cada ciudad se dividió en cinco anillos concéntricos para un análisis detallado de cada una de las variables.