José Torres Padilla: La Gomera y su ejemplo
Casimiro Curbelo
Hay un viejo refrán que dice que el orgullo de un pueblo es ver el progreso de sus hijos, ser testigos de sus avances y de que la sociedad les reconozca aquello por lo que han luchado. En La Gomera sabemos de sobra lo que es nacer en una isla pequeña, tener que marchar fuera a formarse y en ocasiones quedarse en esos lugares a desarrollar su vida personal y profesional.
Este pasado fin de semana tuve la oportunidad de compartir con un centenar de gomeros y gomeras los actos de beatificación del sacerdote José Torres Padilla. Un gomero humilde, que nació en 1811 en San Sebastián y cuyas circunstancias familiares lo obligaron a marchar para continuar su formación, primero en Tenerife y, más tarde, en Valencia y Sevilla. Esta última ciudad fue clave en su faceta religiosa, en la que tuvo un papel destacado como cofundador de la Hermanas de la Cruz, además de un férreo compromiso con los más vulnerables, a quienes dedicó gran parte de su vida.
Reconozco que conocer al detalle su profunda lucha por lo social, por el bienestar de los más desfavorecidos de la capital hispalense, y su vida ligada a la hermandad me han despertado un sentimiento de satisfacción compartido con la sociedad gomera. La emoción reflejada en los asistentes a esos actos es una evidencia de que lo vivido estos días traspasa cualquier tipo de creencia, porque aquí de lo que se trata es de valorar a quien nace en nuestra tierra.
El testimonio de quienes siguieron el acto en la Catedral de Sevilla era coincidente: es una emoción que trasciende culturas o creencias. Es un momento que La Gomera ha escrito en los libros de historia, porque el retrato de Torres Padilla bien podría ser el de un ciudadano que entendió la vida desde la dedicación por las personas.
Me atrevo a decir que Torres Padilla, salvando las distancias de quienes se puedan o no sentir vinculados con la fe, es una gran evidencia de que el pueblo gomero siempre ha legado a este mundo personajes ilustres. Desde personas comprometidas con la sociedad hasta deportistas extraordinarios o ciudadanos que son referentes en multitud de ámbitos de la cultura, la historia, el patrimonio, la educación o la economía.
En todos estos casos tenemos que sentirnos orgullosos de formar parte de la gran familia que es La Gomera. Esa isla recóndita del Atlántico, donde vivir cuesta más. Donde formarse supone hacer un esfuerzo adicional y desde donde salir o entrar solo se entiende cuando uno experimenta lo que es la doble insularidad.
Es cierto que atesoramos bellezas naturales. Y que también somos cuna de poetas, doctores, investigadores y, ahora, de beatos. Aprovechemos todo esto que el esfuerzo de muchos nos ha proporcionado para seguir creyendo en un proyecto de isla que dispone de sus fortalezas como grandes aliados para combatir los desequilibrios con que a diario nos cruzamos.
Sigamos el camino de la solidaridad, del compromiso común y del trabajo compartido. Imbuidos del ejemplo de José Torres Padilla tratemos de ser aquella sociedad que esta isla y este mundo necesita.