LA GENERACIÓN ANSIOSA ENTRE REDES SOCIALES, PROBLEMAS ESCOLARES/FAMILIARES  Y ENFERMEDADADES MENTALES.

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Miguel Ángel Hernández Concepción

Catedrático Enseñanza Secundaria. Profesor  Bachillerato y Acceso a la Universidad  Personas Adultas,  Especialista e Investigador. Acreditado para la evaluación y dirección de Centros.  Educación Asociación ACCIONES UNIDAS de Lanzarote.

 

   La industria tecnológica es consciente de que ha transformado la vida no solo de los adultos sino también de los niños y adolescentes. Estos últimos llevan desde la década de 1950 viendo mucha televisión, pero las nuevas tecnologías eran mucho más portátiles, personalizadas y atractivas que todo lo anterior. Los padres y las madres descubrieron esta realidad muy pronto, como hicimos muchos de los docentes allá por el 2008, cuando algunos alumnos muy jóvenes dominaban la interfaz táctil y deslizable del primer iPhone. Muchos padres y docentes se sintieron aliviados al descubrir que un smartpohone o una tableta podían mantener a los niños o jóvenes felizmente entretenidos, tranquilos o callados durante horas. ¿Era esto seguro? Nadie lo sabía, pero como todo el mundo lo hacía, se pensó que no debía de pasar nada por hacerlo.

 

  Sin embargo, las empresas habían investigado poco o nada sobre cómo afectan sus productos a la salud mental de los niños y jóvenes, y no compartieron ningún dato con los investigadores que estudiábamos los efectos para la salud y el aprendizaje de la lectura comprensiva o la escritura. Ante los crecientes indicios de que sus productos estaban perjudicando a los jóvenes, se dedicaron sobre todo a negarlo, a lanzar cortinas de humo y a las campañas de relaciones públicas en las que cayeron muchos de los responsables políticos que gestionan la educación en nuestro país. No solo las empresas sino también las consejerías de educación se afanaron y se afanan por maximizar el engagement-el vínculo emocional de sus usuarios con el producto- recurriendo a trucos psicológicos para que los jóvenes, y no tan jóvenes,  no paren de clicar, así, pues, son los y las culpables.

 

  Más aún, engancharon a los niños durante etapas vulnerables de su neurodesarrollo, cuando su cerebro estaba reconfigurándose rápidamente ante los estímulos de su entorno. Estas empresas y responsables de la educación fueron las que recomendaban las redes sociales y la difusión en ellas de producciones mal llamadas pedagógicas y las de videojuegos y webs de contenidos no adecuados para menores, que hundieron más sus garras en los niños al diseñar una manguera de contenidos adictivos que les entraba a los chavales por los ojos y los oídos (sonido, movimiento, luz, etc) y al desplazar el juego físico y la socialización en persona. Estas empresas y políticos de la educación han reconfigurado la infancia y cambiado el desarrollo humano a una escala casi inimaginable con todas sus consecuencias en materia de conducta escolar o familiar, atención, hiperactividad, convivencia, aprendizaje, socialización, adicciones y enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión reactiva. El  periodo más intenso de esta reconfiguración tuvo lugar entre 2010 y 2015, aunque la historia empezó con el auge del temor y la sobreprotección en la educación de los hijos en la década de 1980 y continuó  a través de la pandemia de la COVID-19 hasta el momento actual.

 

En definitiva,  y gracias a los trabajos de la psicóloga social Jean Twenge, sabemos que los factores que diferencian a las generaciones va más allá de los acontecimientos que viven los niños (como las guerras, las crisis económicas o desastres como la DANA de Valencia, etc.), y que incluyen los cambios en las tecnologías que utilizaron de niños o jóvenes ( la radio, después la televisión, los ordenadores personales, internet, el iPhone, tableta, redes, etc.). Así lo que se conoce como la Generación Z son, por tanto, los sujetos de prueba de una nueva y radical forma de crecer y aprender, alejada de las interacciones que mantienen en el mundo real las pequeñas comunidades en que evolucionaron los seres humanos. Por consiguiente, podemos llamarlo la Gran Reconfiguración de la infancia que no solo tiene que ver con los cambios en las tecnologías que moldean el tiempo y el cerebro de los menores sino también una segunda trama argumental: la catastrófica tendencia a cortar su autonomía en el mundo real. Bienvenidos a las nuevas generaciones nacidas en Marte sin haber pisado todavía este planeta.¿Qué será lo siguiente?