La primera línea del frente
Por Marta Arocha (*)
El 12 de abril se celebra el Día Internacional de la Atención Primaria, una fecha que pasa más desapercibida que otras fechas conmemorativas. Tal vez porque la propia Atención Primaria también parece que pasa por nuestras vidas un poco de puntillas. Y sin embargo, su importancia en el sistema de salud y en el Estado de bienestar es colosal. Este día, sin duda, merecería más bombo.
Intenté imaginar por un momento cómo serían las cosas si no existieran los médicos de cabecera. Cómo sería la vida si no tuviéramos a mano un médico que ejerza, además de como médico, como puerta de entrada al sistema sanitario. Como consultor, como educador en salud, como amigo incluso. Pienso en tantas personas mayores que establecen una relación de sincero afecto personal con su médico, porque le ven como una persona cercana que les escucha y les cuida.
La Atención Primaria es la columna vertebral que sostiene el sistema sanitario, y su defensa y reforzamiento han de ser una prioridad política y presupuestaria. Frente a los apocalípticos partidos de derechas que se relamen anunciando una supuesta insostenibilidad del sistema, tenemos que situarnos los que creemos en su eficiencia, utilidad y sostenimiento. Porque es un sistema igual para todos, al que todos y todas tenemos acceso y derecho con independencia de nuestra situación económica e incluso administrativa. Es un orgullo defender las siglas del PSOE, partido que desde el Gobierno devolvió la atención sanitaria a las personas en situación irregular, porque son personas antes que papeles. Que no les engañen señalando supuestos culpables: es la gestión de los responsables, y no los usuarios, la que compromete la sostenibilidad de la Atención Primaria.
Los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, celadores, trabajadores sociales, administrativos, todo el personal que desempeña su labor en los centros de salud, son claves para el buen funcionamiento de la atención sanitaria. Y no siempre lo pueden hacer en condiciones óptimas, todos lo sabemos. A menudo les faltan recursos y, entre ellos, el más importante, el tiempo. Agendas sobrecargadas para un personal que mengua en número no les permite atender con el margen necesario a sus pacientes. La saturación y la precariedad en la Atención Primaria ponen en riesgo a todo el sistema, porque son la primera ficha del dominó, y si ella cae, caen todas las demás detrás. Lo vemos en las Urgencias hospitalarias, a las que acuden muchos usuarios que no han logrado una cita en su centro de salud en un tiempo razonable. No son la causa de su habitual saturación, que es multifactorial y aquí podríamos hablar largo y tendido de modelos de gestión, pero no cabe duda de que van en busca de una respuesta que la Atención Primaria no les puede dar con la actual escasez de medios humanos y económicos.
El centro de salud de nuestro barrio es un referente que nos ancla a la comunidad. Es un lugar que conocemos desde que somos niños –desde antes incluso, pues ahí están las matronas cuidando de las embarazadas– y un pediatra se encarga de velar por nuestra salud y desarrollo hasta que envejecemos y cronificamos las dolencias. Al especialista lo llamamos por el nombre de su especialidad, pero al médico de cabecera lo llamamos “mi médico”, lo que atestigua hasta qué punto le consideramos una parte más de nuestra vida. La Ley General de Sanidad de 1986 (gracias, Ernest Lluch) estableció la Atención Primaria como el nivel de atención médica más cercano a la población, encargado de proporcionar atención integral y coordinar la atención especializada, y desde entonces ha ido adaptándose a las demandas sociales, a las tecnologías y a los tiempos.
La situación de los pediatras en los centros de salud es especialmente crítica; en Canarias, uno de cada cuatro pediatras tiene un cupo de más de mil pacientes. El relevo ante las jubilaciones está muy comprometido por la escasez de plazas MIR y por las condiciones de trabajo en los centros de salud, que ahuyentan a los pediatras más jóvenes. Todo el personal sanitario necesita que se dignifique su labor con mejores condiciones, entre ellos, los pediatras que son los que ponen los cimientos de nuestra salud a lo largo de la vida.
El 12 de abril es una fecha para rendir reconocimiento a quienes están en la primera línea del frente sanitario, a todo el personal de la Atención Primaria, y para recordarnos, como ciudadanos y como pacientes, que nunca hay que dejar de luchar por ella y por su mejora, porque literalmente nos va la salud en esa brega.
(*) Marta Arocha Correa es senadora por la isla de Tenerife y secretaria de Sanidad, Dependencia y Discapacidad del PSOE Canarias.